Los placeres y los días / Apacibles robos y otros delitos

AutorAndrés de Luna

Las autoridades del Distrito Federal se han puesto suaves. Acarician a los delincuentes y los colocan en una situación especial. De esta manera, se puede observar los movimientos de un ladrón, Agustín Bautista Monarrez, que obtuvo el producto de su botín en 20 instituciones financieras. Eso sí, la cámara lo registra con todo detalle, porque en uno de esos locales atracó a un par de cajeras, que lo único que hicieron fue darle lo que pedía el ratero. Meses y más meses pasó el tipo fuera de las prisiones, es más, sus actos son algo que algunos imitarán ante las facilidades otorgadas por los policías bancarios y por el lamentable ejercicio del poder dentro de la ciudad. Él, con un papelito, lograba el cometido, luego enseñaba una pistola y colorín colorado.

¿Qué puede esperarse de una sociedad que ubica los movimientos de un delincuente para luego, con toda calma y paciencia, echarles el peso de la ley? Si esto viene al caso, y si se resuelve el problema. En el caso anterior se resolvió el asunto y se encontró al ratero en su domicilio.

En el DF la policía es una autoridad que simplemente mira sin hacer mayor cosa ante los actos delictivos. Esto es algo lamentable. Nadie quiere que se ejerzan actos sádicos o torturas, pero sí que se actúe contra quien resulte culpable, más aún si esto es en flagrancia.

En fechas recientes, el 10 de junio de 2013, se observó el desastre ocurrido en el Zócalo a través de imágenes de los noticiarios. ¿Cómo era posible semejante desparpajo de unos tipos que violentaban todo? Arrojaban bombas molotov, retaban a los granaderos y nadie hacía...

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