Los placeres y los días / Obama: igual que todos

AutorAndrés de Luna

Barack Obama es un hombre que sabe hablar. Anota sus certidumbres y las redondea con cierta facilidad, atrapa a los espectadores que se cautivan con su voz y sus expresiones. Al principio de su mandato hubo una especie de llamado mítico, una ruptura con el eslabón norteamericano y una suerte de buenaventura. La sociedad de aquel país de las barras y las estrellas estaba harta de las intervenciones militares en Afganistán e Irak. Con Obama se pasaría a otro territorio. En un principio, el hombre de color actuó con calma, con esa pasmosa lentitud que todo lo atrapa, poco hizo durante su primer mandato presidencial. Incluso algunos premeditaban su derrota en las elecciones recientes. Un momento lamentable en la vida de Obama fue la imagen que cruzó el mundo: el hombre que junto con sus allegados más próximos disfrutó de la cacería y muerte de Osama Bin Laden. Las cámaras lo captaron como si comiera palomitas frente al aparato y se alegraba de la muerte de su enemigo. Poco después los altos mandos del Ejército comentaron que en altamar tiraron el cadáver del tipo que había derribado las Torres Gemelas de manera cercana a los ritos islámicos. Otros meses bastaron para que un involucrado dijera que las cosas se habían realizado de manera muy distinta, y sin el menor apego a ningún ritual religioso. El asesinato tuvo en Nueva York acciones que todavía ahora son increíbles, mientras que en todo Estados Unidos este hecho reprobable dio sus notas altas ante una comunidad manipulada.

Durante las últimas...

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