Los placeres y los días / La multiplicación de los santos

AutorAndrés de Luna

Los "santos" pasan por el tamiz de la política. Roma fue, ha sido y es, territorio de poderes omnímodos. Sólo así se explica que Marcial Maciel pidiera a sus Legionarios que retrasaran su beatificación 30 años después de su fallecimiento. Acto de indudable modestia de un personaje cargado de oropeles. Esto, sobre todo porque en el periodo papal de Juan Pablo II se hicieron mil 338 beatificaciones y 482 canonizaciones. Si Paulo VI depuró el santoral y dio de baja algunas santidades "espurias", Karol Wojtyla permitió la llegada de nuevos integrantes del panteón católico. El escritor jaliscience Huberto Batis presumía de tener un tío santo, porque en el mar revuelto de la historia, de pronto varios curas cristeros, mártires de esa guerra religiosa, llegaron a colarse en el altar supremo de la canonización.

Por otro lado, ya las órdenes religiosas llegadas a la Nueva España tenían un temor franco de propalar la idea de lo "milagroso", eso lo creían como algo que se manifestaba en el oscurantismo. ¿Quién podría leer La leyenda dorada de Santiago de la Vorágine sin encontrarse a merced de una fantasía en torno a la vida de los santos del Medievo? La inteligencia religiosa encontraba infantil que se engañara a los creyentes con "mentiras piadosas". Sobre esto, véase ese magnífico estudio que es El guadalupanismo mexicano de Francisco de la Maza.

Ahora bien, el Vaticano vuelve a ostentarse como un poder abusivo ante sus fieles. El teólogo Hans Küng, junto con otros 50 prominentes estudiosos, firmó una carta en contra de la beatificación de Karol Wojtyla...

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