Un sueño de plata

AutorHaydé Murakami

Enviada

ATENAS, Grecia.- La travesía no podía ser más prometedora: recorrer una decena de joyas del Mediterráneo a la víspera del verano y al abrazo de un clima inmejorable.

Una invitación irresistible a sumergirse en una fantasía que comienza en la cuna de la civilización occidental, el lugar que vio nacer la democracia, el teatro y el genio de Sócrates, siguiendo por la rara belleza de Malta, la trágica Pompeya, el místico y político Vaticano y el Mónaco "minichic", hasta llegar al pie de la Sagrada Familia de Gaudí en Barcelona.

Estamos en un hotel casi perfecto. Además de contar con el más atento personal e instalaciones de lujo, te ofrece una hermosa suite que unos días amanece con vista al mar, y otros a la ciudad.

Y decimos que es "casi perfecto" porque los huéspedes experimentan una incomodidad terrible luego de algunos días: el momento del check out.

Con todo y la experiencia para satisfacer al cliente que ha ganado desde su surgimiento a principios de los 90, desafortunadamente no ha podido arreglar este defectito la naviera Silversea, que opera este lujoso hotel flotante llamado Silver Whisper o "Susurro de plata".

El mar prometido

A pesar de los pronósticos en contra, la familia Lefebvre (antiguos dueños de Sitmar Cruises) se lanzó hace 15 años a esta aventura por el mercado de lujo que proponía recuperar y a la vez modernizar la sofisticación de los cruceros que se fue perdiendo con el correr del siglo 20 para dar paso a los megabarcos con su servicio masivo que dejaba ganancias prontas.

Luego de unos días en Atenas, abordamos el barco que nos llevará a la travesía prometida y donde todo vuelve a ser, pues, ultralujo y apapacho, pero sin dejar de lado el toque casual y relajado.

Aquí nadie sabe nada de perderse en la inmensidad de un barco-ciudad ruidoso y descomunal entre miles de pasajeros que se confunden entre los miles de tripulantes: en este orgulloso, sereno y elegante navío sólo hay lugar para 382 pasajeros versados en el arte de vivir bien... y uno que otro periodista que no lo cree del todo.

A punto de embarcarnos, comienza el esmerado servicio que al principio, hay que decir, aturde y confunde al incauto: de pronto el equipaje ha desaparecido sin aviso y, a cambio, aparece alguna copa de champaña en la mano.

Las sonrisas de ahora en más serán la firma de la casa. Una de ellas, pegada a una carismática mujer filipina, nos conduce a la suite, donde encontramos el pequeño pero muy digno periódico del barco, el Silver...

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