Plaza Pública/ Buendía y Bartlett

AutorMiguel Angel Granados Chapa

Hace hoy 18 años que fue abatido a tiros, por la espalda, el periodista Manuel Buendía. Durante su carrera profesional, iniciada en La Nación, el semanario panista, a fines de los cuarenta, dio muestra de una clara aptitud para el ejercicio del oficio al que cayó por azares de la existencia pero que abrazó con entusiasmo creador. Era diestro en la averiguación de hechos y en su exposición al público, las dos habilidades que requiere quien, como él, hizo del periodismo no sólo un modo honesto de ganarse la vida sino el medio para cumplir aspiraciones vitales de más largo alcance.

Carece de sentido meramente evocar su memoria en esta efemérides. Ni siquiera es un aniversario redondo, de ésos que son propicios a recontar una biografía, a examinar una influencia, a desentrañar un misterio no resuelto. Mucho ha cambiado el país, mucho la prensa desde aquel miércoles, el 30 de mayo de 1984, en que Buendía cayó asesinado. Pero algunos factores presentes entonces prevalecen, algunos personajes que refulgían entonces mantienen brillo, presencia pública, a pesar de los años y de las transformaciones, las de la sociedad y las suyas propias.

Uno de ellos es Manuel Bartlett, secretario de Gobernación entonces, senador de la República ahora. En los casi cuatro lustros corridos desde el infausto momento en que concluyó abruptamente la vida de Buendía, la de Bartlett le permitió conocer la victoria y la derrota, el poder y la impotencia. Hoy, fuera el PRI de la Presidencia que él pretendió con vehemencia, protagoniza una suerte de renacimiento. Pocos años después del asesinato del periodista, Bartlett perdió la principal candidatura priista, que sintió tener en las manos. Manejó su derrota con habilidad tal, se produjo la victoria de Carlos Salinas en condiciones tan estremecedoras del país, que no padeció el sino de los perdedores, el retiro forzoso y la amargura que lo acompaña. Su rival se vio obligado a compensarlo con un cargo en el gabinete, la Secretaría de Educación Pública. Y cuando su poder quedó consolidado y quiso prescindir de él, se topó de nuevo con las circunstancias que lo habían hecho incombustible. Y así se fabricó su condición poblana, su candidatura, su gobierno.

Desde Puebla, donde desplegó el autoritarismo priista que hubiera ejercido desde la Presidencia, fue en pos de ella una segunda vez. Ojo avizor el suyo, se opuso sin demasiada convicción a Zedillo, y promovió nuevos modos de elegir candidato presidencial. Fue el más completo...

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