Plaza Pública / Cabildeo

AutorMiguel Ángel Granados Chapa

El cabildero norteamericano Jack Abramoff decidió no hundirse solo. Puesto a elegir entre una condena a 30 años de cárcel si guardaba silencio, o una de nueve si revelaba sus secretos, escogió la segunda opción. Y a partir de hoy comenzará a saberse qué legisladores, sobre todo pertenecientes al Partido Republicano, recibieron a lo largo de muchos años contribuciones y sobornos para favorecer los intereses de las empresas y grupos a los que Abramoff y su socio Michael Scanlon representaban ante las Cámaras.

El juicio a Abramoff no sólo cancelará la carrera de algunos senadores y representantes, sino que revelará la verdadera naturaleza del debate legislativo, que las más de las veces se resume en la toma de posición pagada de los parlamentarios. Puesto que el sistema de financiamiento electoral en Estados Unidos descansa en aportaciones de particulares, el condicionamiento o, para decirlo con mayor crudeza pero también más claridad, la compra de voluntades, comienza con las contribuciones a las campañas y puede continuar, coyuntural o sistemáticamente, durante todo el ejercicio legislativo.

El fenómeno no es nuevo en Estados Unidos y otros países donde el Congreso toma decisiones de fondo. En una cinta que estuvo en cartelera el año pasado, sobre la vida del peculiar magnate Howard Hughes, se evidencia el papel de un senador comprado por una línea aérea resuelta a echar del mercado a Hughes, que actúa sin el menor embozo.

En México el cabildeo, el que se desarrolla honestamente y el que acude a la persuasión por vía pecuniaria, es un fenómeno nuevo, y su edad coincide con la de la autonomía parlamentaria. Hasta antes de 1997, cuando el PRI dominaba con holgura ambas Cámaras, era innecesario convencer o comprar legisladores, porque su intervención en el proceso de confeccionar leyes o formular el presupuesto era casi nula. En cambio, a partir de esa fecha han crecido las posibilidades de que los legisladores legislen y no lo haga sólo el Ejecutivo. Empresas, sus asociaciones, grupos de interés y aun dependencias gubernamentales o gobiernos estatales descubrieron la posibilidad de hacerse oír por los diputados y senadores y de sacar avante o frenar disposiciones favorables a sus intereses, o lo contrario. Los agentes de enlace legislativo, como se les llama, han proliferado y ocupan en San Lázaro y Xicoténcatl espacios crecientes, que por ahora comparten con la prensa.

De suyo, el cabildeo es una actividad lícita, que aporta información a los...

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