PLAZA PÚBLICA / Coaliciones

AutorMiguel Ángel Granados Chapa

En buena medida por desconfianza a su entorno, el partido Acción Nacional fue largamente renuente a entablar relaciones con otros partidos, y con mayor razón a unirse con ellos. Durante los primeros 40 años de su existencia, a su lado había sólo una oposición fingida. Apenas en 1979 irrumpieron en la escena electoral partidos no atados al gobierno, el Comunista y el Demócrata Mexicano, pero ni siquiera con éste -surgido de una veta doctrinal común a la suya, el cristianismo social- buscó nunca el PAN coaligarse. Esa tradición generó en sus militantes desconfianza a ese género de asociación política, que afloró el jueves pasado en la voz de Fernando Gómez Mont.

El secretario de Gobernación se entrometió ese día en la discusión pública que los partidos sostienen a propósito de coaliciones opositoras al PRI en que figura su partido. Coincidió en descalificarlas con posiciones de priistas notorios. Fue inequívoca su condena al esfuerzo conciliador de partidos que suelen pugnar entre sí. Las coaliciones, dijo en un foro en El Colegio de México, "son antidemocráticas" porque "empobrecen una relación sólida entre los políticos y la sociedad". Y fue más allá todavía: "se debe garantizar que tengan un efecto de gobierno: si no... se acaban convirtiendo en una especie de fraudes electorales".

Tardíamente advertido de que se había manifestado en sentido contrario a una estrategia que su propio partido explora y está a punto de consumar en algunas entidades, Gómez Mont pretendió rectificarse a sí mismo. Dijo que había calificado de aquel modo a las coaliciones puramente coyunturales, convenencieras, pero que las hay de otra clase, las que se fundan "en la convergencia de ideas y causas", las que persiguen "una agenda de transformación que significa una obligación con los ciudadanos". Y para ejemplificar su reciente credo coalicionista, nuevo de 24 horas, habló de la Concertación por la democracia chilena, que acaba de perder la Presidencia de la República en sus manos durante 20 años.

En efecto, esa coalición es el ejemplo perfecto de alianzas entre partidos diferentes y aun antagónicos (que es uno de los puntos a discusión en el actual debate sobre concertación de partidos). Durante décadas, antes del golpe militar de 1973, los partidos socialista y demócrata cristiano contendieron entre sí por el poder presidencial y la representación parlamentaria. En dos ocasiones una de las dos formaciones venció a la otra: en 1964 el democristiano Eduardo Frei...

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