Plaza Pública / El gober precioso

AutorMiguel Ángel Granados Chapa

Es tan repugnante la forma como el fondo en la ruin confabulación urdida por Kamel Nacif, un virtuoso del lenguaje, un esteta de la palabra, condiciones que ahora conocemos añadidas a su vileza, para castigar a Lydia Cacho por haberlo mencionado en su libro Los demonios del edén, como protector del delincuente Jean Succar Kuri. Es, sin embargo, más repugnante la complicidad con que contó, del gobernador de Puebla Mario Marín y de funcionarios dependientes de él (incluida no sólo la procuradora sino también la jueza involucradas en el asunto, aunque formalmente esta última pertenezca a un poder separado).

Alguien interceptó llamadas telefónicas de Nacif, esperó unas semanas y entregó grabaciones de las mismas a Blanche Petrich, de La Jornada, y a Carmen Aristegui, de W Radio. Al difundirlas, ambas periodistas actuaron con la inteligencia y el valor que las caracteriza. Hablo de valor porque se pusieron en el riesgo, están ahora en el peligro que se ha concretado en Lydia Cacho, sometida a proceso por la ruin maniobra a la que se prestó (o se alquiló) el gobernador poblano. Debe recordarse que es ilegal la escucha telefónica, no la difusión de sus contenidos, sobre todo cuando como en este caso se trata de temas de interés público.

Desde diciembre mismo, cuando la periodista y activista civil fue detenida por agentes poblanos en Cancún, y trasladada en virtual secuestro, que ya formaba parte del castigo imaginado por Nacif, quedó clara la arbitrariedad del gobernador, que en declaraciones públicas (con una frase empleada también en su amena conversación con Nacif) decretó antes aun de que se dictara el auto de formal prisión, igualmente previsto en la maniobra, que Lydia Cacho había cometido un delito y que en Puebla el que delinque es un delincuente y debe pagar sus culpas. Los telefonemas interceptados corroboran la participación del gobernador en el montaje y trazan su propio retrato político y moral, el de su interlocutor y amigo y el de otras personas escuchadas o aludidas en las conversaciones grabadas. El origen de la intercepción no es irrelevante y debiera ser establecido, aunque los protagonistas no han mostrado el menor interés en denunciar los hechos. Tal vez con su abstención quieren privilegiar la burda y pueril defensa del gobernador, que niega la plática y hasta supone que su voz fue imitada como se hace en los programas paródicos. Por cierto que el vocero de Marín, Valentín Meneses, dedicado a desestimar los hechos, ha...

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