Plaza Pública/ Joan Garcés

AutorMiguel Angel Granados Chapa

Cuatro personajes dominan el libro de Julio Scherer, Pinochet. Vivir matando. Los nombres de dos de ellos -y la fea efigie de uno- figuran en la portada de la obra más reciente del ex director general de Excélsior y de Proceso: son el sujeto mismo de la investigación, y quien la realizó, su

autor. El tercero es Salvador Allende. El último, pero no menos importante, es Joan Garcés, que se halla en México en estos días. Esbozos de una larga conversación entre este abogado valenciano y Scherer sirven de eje al libro, le confieren la tensión espiritual que hace cobrar sentido profundo a las fechas, los nombres, los hechos mudos. Por eso palabras de Garcés forman, en la contraportada, el epílogo de esta negra semblanza del dictador chileno todavía impune, ya castigado. Son también la clave de su título:

"Pinochet tiene el reflejo del criminal. Conoce mejor que nadie la magnitud de su traición el 11 de septiembre. Los conspiradores entendían que eran conspiradores y sólo eso, pero Pinochet sabía que su deslealtad no tenía paralelo. Había tenido la confianza del general Pratts y del Presidente Allende, había sido elevado al rango superior, comandante en jefe del ejército. En esas circunstancias, desarrolló la personalidad del hombre sin alternativa. Para cubrir su primer crimen había de cometer el segundo, el tercero, el cuarto, los que hicieran falta. En esa espiral identificó el crimen con su propia vida. De ahí que necesitara construir un ejército cómplice. La sobrevivencia de Pinochet no me dice nada de su inteligencia, mediocre o no. Me lleva a su instinto: vivir matando".

Doctor en ciencias políticas en La Sorbona, profesor de la Universidad Complutense de Madrid, Garcés está en México, invitado por la Iberoamericana, donde el viernes dictó la conferencia inaugural de un diplomado sobre transición y gobernabilidad en América Latina. En lo absoluto es ajeno al tema. Testigo, más actor que testigo en realidad, del ascenso de Allende a la Presidencia chilena en 1970, lo fue también durante el breve y convulso gobierno de la Unidad Popular. Amigo y consejero del Presidente depuesto por Pinochet, acudió la mañana del golpe a La Moneda, de donde se retiró por instrucciones expresas de Allende, sabedor de que el palacio y su propia persona serían víctimas del cuartelazo en curso. Un cuarto de siglo más tarde documentó la acusación particular y popular que impulsó las acciones de los jueces españoles que pusieron a Pinochet en el banquillo de los...

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