Plaza Pública/ De Morones a Abascal

AutorMiguel Angel Granados Chapa

Setenta y cinco años después de que fue secretario del Trabajo un líder obrero, un dirigente empresarial ocupará esa misma posición. Es como una síntesis del cambio social que se ha operado en un país cuya revolución debió llevar al poder a los trabajadores. Carlos Abascal Carranza fue nombrado este viernes coordinador del área laboral en el equipo de relevo del Presidente electo. Y si bien Vicente Fox aclaró ante los coordinadores mismos y ante la opinión pública que recibir porciones de la administración no asegura a nadie el cargo de responsabilidad respectivo, puede suponerse que Abascal sea el titular del Trabajo del nuevo gobierno, dentro de nueve semanas.

Se afianzará de ese modo el poder empresarial, que es el tono del tiempo nuevo y, en el caso específico de la autoridad laboral, se cerrará un ciclo en que la administración del trabajo estuvo a cargo de políticos que se situaban, presumiblemente, al margen o por encima, como árbitros en los conflictos de los factores de la producción. Y aunque no será la primera vez que un antiguo presidente de cámara industrial, o un empresario por sus propios títulos, se ocupe del área laboral, nunca lo hicieron a las órdenes de un Presidente también empresario y listo a desplegar un proyecto político inspirado en una visión sectorial del país y del mundo.

Es cierto que Luis N. Morones, que comenzó siendo un auténtico representante de sus compañeros, del interés de clase de los asalariados, pasó a ser su controlador, quien los puso bajo el dominio gubernamental. Pero era el dirigente principal de la CROM, la mayor y más combativa agrupación laboral cuando fue designado secretario de Industria, Comercio y Trabajo con el presidente Calles. Tipógrafo y telefonista en su juventud, dijo militar en el socialismo aunque siempre lo sentó en bases pragmáticas. Es famosa su sentencia contra los anarquistas, sus adversarios en la fundación de la Confederación Regional Obrera Mexicana, en 1918: "Bienaventurados los soñadores porque de ellos será el reino... de los fracasos". Aunque él tuvo los suyos, no los padeció por soñador, sino porque la concreción de sus ambiciones lo colocó muy pronto a distancia de los trabajadores sobre los que se encumbró.

Adicto discretamente a Obregón en 1920, lo fue más a Calles, quien lo llevó a su gabinete, como ilustración del pacto entre el nuevo Estado mexicano y la clase obrera. Y cuando los caudillos riñeron entre sí, aunque lo hicieran de manera sorda, tan siguió a Calles que llegó a acusársele de la conjura que, con la apariencia de una reivindicación católica, asesinó a Obregón.

El poder administrativo nubló la visión del Morones dirigente obrero. Se aburguesó de modo grotesco, para delicia de los cartonistas políticos que no hacían más que subrayar su propia caricatura: no se sabía si cada vez pesaba más por la gula o por la carga de...

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