Plaza Pública / No dividirás

AutorMiguel Ángel Granados Chapa

La primera elección realmente competida, desasida del tutelaje presidencial (aunque no libre de su influencia perniciosa), nos dejó, o simplemente nos mostró como una sociedad dividida. Está partida, primero, en dos grandes porciones. Una, que mide 60 por ciento del total, acudió a las urnas hace una semana. La otra, formada por uno de cada cuatro de nosotros, por una variedad de razones que sólo podemos suponer, no quiso, no supo, no pudo votar. Entre ellos se cuenta el México de afuera. De los millones de mexicanos que viven en el extranjero, principalmente en Estados Unidos, apenas poco más de 33 mil se expresaron electoralmente.

El 60 por ciento participante está fraccionado en tres tercios casi exactamente iguales: de los 42 millones de votos computados en el procedimiento legal (el realizado por los consejos distritales el miércoles y el jueves pasados), 15 millones 284 votos corresponden al candidato del PAN, Felipe Calderón; la misma cantidad, menos 243 mil 934, entraron en la cuenta del candidato perredista de la coalición Por el Bien de Todos, Andrés Manuel López Obrador (14 millones 756 mil 350). El tercio restante se forma por la votación a favor del PRI, de los dos nuevos partidos y de candidatos no registrados, más los votos nulos.

Esa partición se refleja en la composición de las Cámaras que, como quiso Mariano Otero a la mitad del siglo XIX, son esta vez un daguerrotipo de la nación (cuya imagen es borrosa e imprecisa como las que provee ese mecanismo de reproducción): Salvo los ajustes que deriven de la fase judicial del proceso, o de la asignación de cargos de representación proporcional, de los 500 diputados 206 serán panistas, 160 corresponden a la coalición lopezobradorista y 121 a la Alianza por México (PRI y Verde). Los nuevos partidos tendrán, juntos, 13 curules. En el Senado las formaciones principales tendrán 52, 36 y 39 integrantes cada una.

Esa división nacional, que refleja la que genera la estructura social y la que provoca el disenso electoral (azuzada esta vez más que en ningún momento anterior por campañas de odio y miedo), no auspicia la gobernabilidad, no favorece las condiciones mínimas para la convivencia. Debe, por lo tanto, ser enfrentada con decisión desde los focos de poder social en que la partición se expresa.

El llamado a la conciliación que ha comenzado a difundir Calderón revela una actitud sensata, sensible a la expresión electoral conocida en este momento. Pero debido a su inoportunidad, a su...

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