PLAZA PÚBLICA / Oaxaca

AutorMiguel Ángel Granados Chapa

Ayer tomaron posesión los gobernadores de Aguascalientes, Oaxaca y Veracruz elegidos el 4 de julio pasado. El senador Carlos Lozano de la Torre recuperó para el PRI el gobierno hidrocálido, después de 12 años de panismo, si bien los últimos seis estuvieron marcados por una administración ambigua, más inclinada al tricolor que al partido que llevó al gobierno a Luis Armando Reynoso Femat, expulsado del PAN precisamente por embatir contra Martín Orozco, el candidato blanquiazul que aspiraba a sucederlo. Aunque Lozano de la Torre -miembro en el Senado del grupo más próximo a Manlio Fabio Beltrones- padeció unos días de incertidumbre porque la justicia electoral puso en duda la claridad de su elección, asumió una responsabilidad mayor que la municipal que no pudo lograr en 2004.

En Veracruz el PRI mantuvo el gobierno, y Fidel Herrera, el gobernador saliente, salió avante en su decisión de que Javier Duarte lo reemplazara, seguro de que le guardará la fidelidad en cuyas manifestaciones no es omiso sino al contrario. Además del dinero público que sin límites ofreció Herrera a los operadores de la campaña de Duarte, y a éste mismo (y a otros candidatos, a alcaldías y diputaciones), un factor que contó en su provecho fue la división interna del PAN. En compensación a su resuelta oposición a que Miguel Ángel Yunes fuera el candidato panista, porque carecía de los méritos partidarios para serlo y, al contrario, avergonzaba al PAN, Gerardo Buganza será el número dos de la administración de Duarte, como secretario de Gobierno. No es remoto que su permanencia allí sea breve, y esté sólo destinada a poner el último clavo en el ataúd de Yunes Linares, muerto para la política local (por lo menos personalmente, ya que sus hijos heredarán su presencia e influencia aunque sea menguada).

Debido a su cercanía y afinidad con sus antecesores, los nuevos gobernadores de Aguascalientes y de Veracruz contaron con ellos en la ceremonia de su asunción. No ocurrió lo mismo en Oaxaca, donde el gobernador saliente, Ulises Ruiz, prefirió practicar el principio filo- sófico que reza: "más vale que digan aquí corrió que aquí quedó", y se ausentó de un acto donde sería mal visto y mal recibido por una legislatura que le es hostil, aunque en mucho menor medida en que él lo fue contra algunos de sus componentes, como Flavio Sosa, ahora diputado y a quien, con la complicidad del gobierno federal, Ruiz mantuvo preso en un penal de alta seguridad como si el activismo político...

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