PLAZA PÚBLICA / Cultivar a 'Juanito'

AutorMiguel Ángel Granados Chapa

Flavio González Mello entró en la mente de Pedro Lascuráin, el Presidente de más breve desempeño en la historia mexicana. Estaba convenido que cubriría un interinato sólo durante el tiempo necesario para nombrar secretario de Gobernación al general Victoriano Huerta y renunciar en seguida para que el jefe del cuartelazo asumiera el Poder Ejecutivo con todas las de la ley.

La espera de Lascuráin se prolongó porque su jefe no estaba presentable y demoró en llegar para cumplir el rito constitucional. Entretanto, Lascuráin, que era un hombre sensato y no podía engañarse respecto de su papel, padece una metamorfosis que le hace verse a sí mismo como un Presidente apto para quedarse no sólo unos minutos en la silla que, poco después, Zapata y Villa definirían como fuente de hechizos para quienes la ocupaban. El efímero Presidente se sueña dueño de un poder verdadero, y sabedor de que sería más sano para la República que él mismo, y no Huerta, se mantuviera en la principal posición política del país, esperanza de quienes anhelaban la restauración de un orden roto por la pelusa revolucionaria. Mientras se alarga la espera se amontonan en la conciencia del antaño prudente abogado razones que alimentan su ensoñación, de la cual despierta abruptamente cuando es avisado de que el verdadero jefe está en disposición de cumplir el designio que había requerido asesinar al presidente Madero en febrero de 1913.

He recordado la aguda penetración sicológica del dramaturgo González Mello (autor de 1822, el año que fuimos imperio y cuya más reciente obra, Edip en Colofón, está siendo muy aplaudida) en la mente de Lascuráin en la pieza de ese nombre al observar el caso de Rafael Acosta, apodado Juanito, sobrenombre que él mismo utiliza para hablar en tercera persona de la suya propia. Su fragilidad intelectual y emocional lo ha vuelto protagonista no de un drama como el del títere de Huerta, sino un sainete, una pieza del género chico, o para hablar en términos contemporáneos, de un sketch televisivo de dudoso humor, de un programa cómico de pésima calidad.

Pocos recuerdan que Acosta fue un miembro del PRD, que formó parte de los grupos contrarios a Nueva Izquierda y personalmente a la permanencia de Jesús Ortega como cabeza del partido, por lo cual demandó arduamente su renuncia. Un buen día apareció candidato a gobernar Iztapalapa, la delegación más poblada del Distrito Federal y la que mayor presupuesto ejerce, que por grande que sea ha resultado siempre...

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