PLAZA PÚBLICA / Por la paz con justicia y dignidad

AutorMiguel Ángel Granados Chapa

Abundan los signos de que la sociedad mexicana vive un momento de emergencia nacional. No en el sentido técnico jurídico, frente al cual se adopta un estado de excepción. Lo vivimos porque la violencia criminal y la inseguridad en general no decrecen pese a que se libra un combate militar en su contra, por parte del Estado, que muestra su fragilidad. Por fortuna, diversas expresiones de la propia sociedad permiten saber que la gravedad misma de la situación ha engendrado sus antídotos, no todavía los que son esperables de los gobiernos. En esta semana se desplegaron iniciativas de alto relieve en ese territorio. Por una parte, del 4 al 10 de junio se realizó la Caravana del Consuelo, que concluyó en Ciudad Juárez con la firma del Pacto Ciudadano por la Paz con Justicia y Dignidad. Del 6 al 10, por su lado, se reunió la Conferencia Internacional sobre Seguridad y Justicia en Democracia, organizada por la Universidad Nacional y el Instituto Iberoamericano de Derecho Constitucional.

No asombra, porque parten de la misma realidad y su diagnóstico no puede por ello ser muy diferente, y sí conforta la coincidencia entre los enfoques y las propuestas de cada una de esas iniciativas. Su tono es diferente, como corresponde a la vehemencia con que se manifiesta la indignación de las víctimas y sus deudos y la prudencia del análisis académico. Pero la expresión final es la misma: es inadmisible limitar la lucha contra la violencia criminal y la inseguridad a una estrategia militar que no genera los resultados necesarios y es en cambio fuente de consecuencias contraproducentes.

El Pacto Ciudadano nació del dolor y la indignación. El 28 de marzo, hace apenas, hace ya 75 días, fue asesinado en Cuernavaca Juan Francisco Sicilia junto con seis personas más. A semejanza de lo ocurrido a Rosario Ibarra de Piedra, que transformó el inmenso pesar por la desaparición de su hijo Jesús en motor que impulsa su lucha en pro de perseguidos y desaparecidos, el padre de Juan Francisco, el poeta Javier Sicilia, no rumió a solas su pena, sino que en metamorfosis luminosa la trocó en protesta y exigencia. Colocó su dolor en el centro de una movilización que irradió desde la capital de Morelos hacia toda la República y más allá de sus fronteras. Ese impulso, paradójicamente vital aunque naciera de la muerte, permitió la Marcha por la Paz con Justicia y Dignidad, que partió de Cuernavaca el 5 de mayo y concluyó en la Plaza de la Constitución el domingo 8 siguiente. Una...

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