Plaza Pública / Último Informe

AutorMiguel Ángel Granados Chapa

No es sólo el VI Informe del presidente Fox. Es también el último Informe, el postrero correspondiente a la finada época del fasto presidencial, del endiosamiento del Ejecutivo. Cualquiera que sea el curso de la ceremonia de esta tarde-noche, con ella se cerrará el capítulo de un rito presidencialista, vigente hasta el año pasado: aunque menudearon las interpelaciones e interrupciones que desde hace ya muchos años son inevitables, todavía Fox se vivió como el personaje central de un acontecimiento republicano. Ya no será así, no debe ser así, no tiene por qué ocurrir de esa manera.

Abundaron en los años recientes diagnósticos sobre la condición aberrante en que había caído el Informe presidencial. De obligación administrativa se convirtió, cuando quedó consolidado el predominio del Ejecutivo y del partido oficial, en un avergonzador acto de ensalzamiento que en épocas llegó hasta a contar con arcos triunfales, el modo de celebrar durante el virreinato y el siglo XIX, y a ser escenario de la desvergüenza humana y política de legisladores que suponían desagraviar a un Presidente presuntamente ofendido corriendo al lado del vehículo presidencial -el carruaje convendría decir, para subrayar el anacronismo. Y luego se llegó casi al extremo contrario. Desde el último año de Miguel de la Madrid, y sin perjuicio de la indolencia, el desdén o el ánimo rijoso con que se enfrentaron a la oposición, los presidentes combinaron el halago a su ego con la molestia más o menos profunda causada por el insulto y otras formas de grosería.

Detectada la dolencia, no se procedió a curarla, y así llegamos al día de hoy en el peor de los escenarios posibles. En vez de día de fiesta, será día de desasosiego y puede serlo aun de tormenta. Dentro y fuera del fastuoso recinto legislativo, cuya mole y diseño arquitectónicos corresponden a esa era ya finada, la del presidencialismo faraónico, se perciben aprestos de enfrentamiento, desplegadas las ganas de reyerta o únicamente las de la protesta irritada. La fuerza pública practicó el 14 de agosto la homeopatía policiaca: persuadidos el Estado Mayor Presidencial y la Policía Federal Preventiva de que lo semejante se cura con lo semejante, evitaron un bloqueo y practicaron el suyo propio. Desde entonces el Palacio Legislativo está sitiado, física y humanamente. Miles de efectivos militares (las fuerzas especiales de la PFP tienen origen castrense) impiden o dificultan el tránsito a quienes van de paso en la vasta comarca...

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