'Poquito, pero seguro'

AutorErika Hernández

ATENCO.- A Hipólito Buendía no le hace falta nada: en las cuatro hectáreas que le había expropiado la Federación para construir el aeropuerto capitalino siembra maíz, calabaza, haba, tomate, pepino y cría borregos, gallinas y puercos, una parte para autoconsumo y otra para vender.

"Para qué quiero más, de a poquito, pero seguro... quizá me hubieran dado mis centavos con el aeropuerto (un millón de pesos por las cuatro hectáreas), pero me quitaban mi tranquilidad, con esto me siento a gusto, se acabará hasta que yo ya no pueda trabajar", dice el residente de San Salvador Atenco, quien también construyó dos cuartos de concreto junto al área de cultivo.

A un año de la cancelación de la nueva terminal aérea, Hipólito y otros cuatro ejidatarios que no dejaron de sembrar sus parcelas mientras duró la rebeldía, dicen sentirse satisfechos de rechazar la propuesta de la Federación, de vender cada metro cuadrado de su terreno por 25 pesos.

Para ellos no hay dinero que alcance, su razonamiento es que la indemnización terminará por agotarse, y las tierras, aunque les brinden sólo lo necesario para sobrevivir, pasarán por varias generaciones.

Antes del 1 de agosto del 2002, día en que el Presidente Vicente Fox decidió cancelar su proyecto aeroportuario, el escenario de las tierras era distinto, pues pocas hectáreas se veían sembradas; ahora, en la mayoría de ellas plantaron maíz, calabaza, pepino, tomate, frijol, haba, alfalfa o cebada, cosechas que levantarán en noviembre.

Los productos que cultivan los ejidatarios son especialmente para el autoconsumo, y en el caso del maíz lo venden a cuatro pesos el kilo y medio; se calcula que cada hectárea produce de tres a cinco toneladas, dependiendo del clima.

"Dios nos está favoreciendo porque se ha dado buen tiempo, ha llovido y eso nos ahorra dinero y esfuerzo por traer el agua de los pozos.

"En la venta del maíz no nos va tan bien porque lo que pagan es poco, además de que es difícil comercializarlo porque todos los compran de fuera, hasta las tortillerías del pueblo; pero no nos arrepentimos de no querer vender, uno está acostumbrado a esto, nuestra vida está dedicada a esto y ahí vamos sobreviviendo", platica Pablo Rodríguez, campesino de Nexquipayac de 73 años de edad.

Los cinco campesinos entrevistados, afirman que aunque...

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