Presencia soviética en suelo mexicano

AutorGerardo Australia

México se convirtió en el primer país del Continente Americano en tener Embajada rusa (1924). Una vez instalado en sus amplias oficinas de la colonia Escandón, el Embajador S. Pestkovsky atrajo la confianza de obreros e intelectuales, conformó una sociedad de amigos de la URSS y financiaba viajes a miembros del Partido Comunista Mexicano (PCM) para que conocieran el milagro soviético.

Durante algún tiempo hubo un nutrido intercambio de personalidades entre ambos países, de los que a mi parecer caben destacar dos: el primero, conformado por los entusiastas I. Freidberg y A. Kniazev, y el segundo por el genio cineasta Sergei Eisenstein.

Freidberg y Kniazev eran dos graduados del Instituto de Educación Física que decidieron conmemorar la apertura de su embajada en América yéndose de Moscú a la Ciudad de México en bicicleta. Lo lograron y escribieron un libro de sus peripecias, Alrededor del mundo en velocípedo (Moscú, 1929). Comenzaron en la capital soviética, cruzaron Siberia hasta Japón, de ahí en barco a San Francisco, llegando a Manzanillo a finales de octubre de 1925.

Ya en México se encontraron con algunos inconvenientes: no tenían un peso, los caminos hacia el centro del país eran terribles, no hablaban una sola palabra de español, había un calor asfixiante, los mosquitos eran feroces y sólo había tortillas, chiles y frutas para comer, aunque el kvas (aguardiente) local servido en las cantinas les fue bastante refrescante y la amistad de la gente invaluable. Semanas después fueron recibidos calurosamente por el embajador Pestkovsky y su familia.

El segundo visitante, Sergei Eisenstein, llegó a México a finales de 1930 para filmar su película silenciosa ¡Que viva México!, la "más amarga lucha sobre un filme que haya sucedido en toda la historia del cine", en palabras de Marie Seton, biógrafa del cineasta.

Eisenstein era un director avant-garde al servicio de la propaganda soviética, si bien uno de los primeros en revelar la esencia sicológica del tema que filmaba. De joven había ayudado a adaptar y llevar al teatro El mexicano, de Jack London, y tenía una fascinación con los rituales, costumbres y máscaras de México.

Aunque Lenin odiaba todo lo avant-garde, o burgués, daba permiso a sus cineastas de analizar películas norteamericanas para mejorar las técnicas. La favorita de Eisenstein era La marca del zorro, actuada por Douglas Fairbanks, quien para el extranjero personificaba el exuberante mexican flavor. Eisenstein tuvo oportunidad de...

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