PRI: La batalla por los estatutos

AutorClaudia Guerrero

A menos de un año de la elección presidencial, el PRI camina hacia la confrontación por las reglas con las que definirá a su candidato para el 2018.

Como un mal karma que se repite en cada Asamblea Nacional, el debate sobre los Estatutos anuncia un choque entre la cúpula priista y los militantes que pretenden disputar al presidente Enrique Peña Nieto la facultad de elegir por "dedazo" a su posible sucesor, de cara a la XXII Asamblea Nacional partidista, cuya plenaria está programada para el 12 de agosto.

El 9 y 10 de agosto, cinco mesas temáticas sesionarán dispersas en diferentes estados, pero una de ellas acaparará la atención de los priistas: la de Estatutos, que ocurrirá en medio de un debate sobre la permanencia o eliminación de "candados" (que se anularían en automático con una alianza electoral), y en la que los grupos disidentes exigirán que el abanderado presidencial sea producto de una consulta a la base y a la ciudadanía.

La cúpula priista llevó esta mesa a Campeche -a más de mil 300 kilómetros de la Ciudad de México-, con el gobernador Alejandro Moreno Cárdenas como anfitrión, conocido por sus argucias en la operación política y su obediencia al presidente Peña Nieto.

A esa cita, los priistas llegan con antecedentes de agrias discusiones y hasta portazos que resultaron decisivos en la definición de las reglas que abren y cierran el acceso a candidaturas y posiciones de poder.

En las disputas, los priistas se han insultado en público y en privado, acusándose de actuar como caballos de troya, autoritarios, gandallas, tramposos y manipuladores.

Para vencer en las votaciones, los operadores de los grupos en conflicto han aplicado a sus correligionarios prácticas que van desde listados rasurados, delegados "cachirules" y votaciones dudosas, hasta el "planchado" previo de acuerdos que terminan imponiéndose a mano alzada.

Aún con Presidente en Los Pinos, a los priistas les ha costado mantener la disciplina en las asambleas.

Animados por la inconformidad, la colectividad o la consigna, los militantes han usado las mesas de Estatutos para la catarsis, el reclamo y hasta para vaticinar rupturas.

DE LA ESCISIÓN AL TUCOM

Desde los tiempos de Miguel de la Madrid, el PRI enfrentó problemas internos. La XIII Asamblea evidenció la división interna que terminó con la mayor escisión de ese partido en 1988: la salida de Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, quienes más tarde fundaron el PRD.

Los entonces integrantes de la Corriente Democrática reprocharon las resistencias para abrir el proceso de selección del candidato presidencial y el autoritarismo al interior del tricolor que, al final, impuso a Carlos Salinas de Gortari como abanderado.

El propio De la Madrid recordó que fue en aquella Asamblea cuando el entonces dirigente nacional del PRI, Jorge de la Vega, exigió a los priistas inconformes renunciar a ese partido porque no había cabida para "caballos de troya".

"Se desató públicamente un pleito campante de dirigentes de la Corriente y Jorge de la Vega", refiere el ex presidente en el libro Cambio de Rumbo: testimonio de una presidencia 1982-1988.

En la XIV Asamblea, en 1990, Luis Donaldo Colosio dirigía un PRI que aprobó la consulta directa a la base como método de selección de candidatos, pero sólo para gobernadores y alcaldes.

De acuerdo con testimonios de priistas, el sonorense se vio obligado a maniobrar para "bajar" de la mesa de Estatutos su propuesta que ponía como requisito a la candidatura presidencial el haber tenido un "cargo de elección popular".

Las fuentes consultadas refieren que Carlos Salinas pidió a Colosio desistir de la medida que, para fines prácticos, le beneficiaba directamente a él rumbo a la sucesión presidencial, ya que muchos integrantes del gabinete no cumplían con ese candado.

"La mesa se detuvo durante más de siete horas porque Colosio señalaba que el candado podría ser tomado o asumido como una agresión a otros compañeros de partido, mientras que a él le beneficiaba, por eso declinó la propuesta", relata el ex secretario de Organización del PRI, José Encarnación Alfaro.

En 1996, en la XVII Asamblea ocurrió una rebelión de las bases. Corría el sexenio de Ernesto Zedillo, el Presidente de "la sana distancia", y los delegados desataron una revuelta que comenzó con la destitución de las mesas directivas y llegó hasta la aprobación de un paquete de "candados".

En los debates, el entonces dirigente, Santiago Oñate, no sólo tuvo que lidiar con quienes exigían la expulsión de Salinas, sino también con la decisión de la militancia por cerrar el paso a quienes llamaban "tecnócratas".

Al final, en el artículo 144 de los Estatutos se estableció que para ser candidato a Presidente o a gobernador se requiere "acreditar la calidad de cuadro dirigente y haber tenido un puesto de elección popular, así como 10 años de militancia partidista".

Para el 2001, la refriega subió de tono en la XVIII Asamblea.

Tras la derrota de Francisco Labastida, el PRI vivió por primera vez una Asamblea Nacional sin un Presidente en Los Pinos.

Molestos y...

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