Próceres de causas ajenas

AutorMiguel Juárez Lugo

WASHINGTON.- Susan Velek, de 22 años, está a punto de graduarse en ingeniería por el Tecnológico de Massachusetts. Originaria de una familia de abogados de Vermont, tiene asegurado un puesto predominante en el competido sector laboral de su sociedad. Viste de negro y tiene anillos y tatuajes en las partes más sexis de su cuerpo. Es muy bonita. Tiene el cabello muy sucio, como rastafari, y huele espantoso.

Como ella, miles de adolescentes, ancianos, indígenas, lesbianas, hippies y ecologistas, entre otros, se reunieron en esta capital política del mundo para protestarle su existencia y políticas económicas al Banco Mundial y al Fondo Monetario Internacional, que celebraron su reunión anual de primavera.

Amalgamados bajo un punto en común, estos nuevos radicales encabezaron la llamada "movilización para la justicia social" en busca de expresarle su repudio a la usura institucional. Su bandera: alguien tiene que hablar por los contagiados de sida en Africa y el mundo, de quienes los consorcios farmacéuticos sólo se acuerdan en las estadísticas; por los condenados a muerte del sistema penitenciario norteamericano; por los indígenas de Chiapas, los niños de las favelas, piezas de caza de la policía brasileña; por las mujeres de países musulmanes, los nepalitas que quieren sacudirse a los chinos y hasta por las ratas y monos de laboratorio y los perros y zorros convertidos en abrigos.

Todos ellos y muchos más, enlazados gracias a las cortas distancias de los "puntocom", lograron unificarse para abanderar la causa de los perdedores y encajonar a los arrogantes economistas de estos organismos a reconocer que la balanza no ha sido del todo pareja. Pues alguien debe ser responsable de ello.

La...

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