La puerta falsa / Cita con la muerte

AutorGuadalupe Loaeza

El lunes pasado se cumplieron 77 de años de que Antonieta Rivas Mercado se quitara la vida en París. Tenía apenas 31 años cuando se dirigió, vestida de negro, hasta la catedral de Notre-Dame y se sentó frente al altar mayor, en el extremo izquierdo de la primera banca. Eran las 12:15, y las pocas personas que pasaban por ahí a esa hora se fijaron en la elegancia que tenía la mujer que se encontraba completamente sola. Seguro que esa mañana llevaba un traje negro Chanel, una de sus diseñadoras francesas favoritas. De hecho, Antonieta fue la primera mexicana que se atrevió a usar trajes de telas de jersey. ¡Le quedaban perfectamente bien con su peinado à la garçonne!

Dice Fabienne Bradu, su primera biógrafa (Antonieta, FCE), que muy temprano por la mañana Antonieta había redactado una carta a Arturo Pani, el cónsul en Francia.

"Antes de mediodía me habré pegado un balazo. Esta carta le llegará cuando, como Empédocles, me habré desligado de una envoltura mortal que ya no encierra un alma. Le ruego que cablegrafíe (no lo hago yo porque no tengo dinero) a Blair y a mi hermano para que recojan a mi hijo. Vuelvo a darle las direcciones: Alberto E. Blair, Allende 2, Tlalpan (casa) 16 de Septiembre 5 (oficina). Mi hijo está en Burdeos 27 Rue Lechepellier con la familia Levigne. Gente que me quiso mucho y quien quiere bien a mi pequeño. Pero urge que lo recojan. Me pesó demasiado aceptar la generosa ayuda de Vasconcelos, al saber que facilitándome lo que necesitaba le robaba fuerza, no he querido. De mi determinación nada sabe, está arreglando el pasaje. Debería encontrarme con él al mediodía. Yo soy la única responsable de este acto con el cual finalizo una existencia errabunda".

Respecto a su determinación, Antonieta escribió en su diario la reacción que esperaba que tomaría José Vasconcelos después de su suicidio. "Estoy segura de que él no volverá a sentirse ligado con nadie tan íntimamente como lo ha estado conmigo. Sé que no renegará de mí, ni siquiera con motivo de mi suicidio, y eso que él no es del tipo que se suicida. Por lo pronto, al saber lo que he hecho se enfurecerá. Sólo más tarde, mucho más tarde, comprenderá que es mejor para mi hijo y para él mismo. Entonces se enternecerá y no podrá olvidarme jamás: me llevará incrustada en su corazón hasta la hora de la muerte".

Tuvo razón Antonieta, Vasconcelos jamás la olvidó. Pero volvamos a la escena de Notre-Dame, la cual aparece perfectamente bien escrita e imaginada en el diario de Antonieta: "Terminaré mirando a Jesús; frente a su imagen, crucificado... Ya tengo apartado el sitio, en una banca que mira al altar del Crucificado, en Notre-Dame. Me sentaré para tener la fuerza para disparar. Pero antes será preciso que disimule".

Nadie se imaginaba que apenas un día...

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