La pugna por la tierra
Autor | Gabriel Ascencio Franco |
La tierra en Chiapas es un recurso crítico. Su escasez es producto de un acaparamiento que favorece a los menos y mantiene a la mayoría en pequeñas parcelas, pero también es resultado de la explosión demográfica y la ausencia de empleo en un débil y casi inexistente sector industrial.
En Chiapas conviven la producción para el autoconsumo y las explotaciones agropecuarias para el comercio y la exportación. La agricultura capitalista, principalmente la de plantación, guarda cierto equilibrio con la economía campesina: necesita mano de obra temporal y no reclama las tierras marginales; en cambio, la ganadería requiere poca mano de obra y compite por la apropiación de las tierras, incluso por las marginales dedicadas a la agricultura. Por ello, la explosión demográfica y la ganaderización extensiva desembocaron en una cruenta lucha agraria.
Los conflictos entre campesinos y ganaderos han sido una constante desde los años setenta, pero cobraron una fuerza inusitada en los noventa. Gobierno, propietarios y campesinos generaron discursos y formas de lucha tanto legales como extralegales: ocupaciones, marchas, plantones, desalojos y negociaciones. Esta situación generó olas de invasores cuyo éxito ha dependido de su capacidad de negociación y de la eficiencia de las medidas contrainvasoras: la resistencia pacífica de los propietarios mediante la búsqueda de arreglos directos o con la intermediación del gobierno; el desalojo violento, con o sin apelación a la justicia penal; la movilización de los afectados para exigir una solución judicial o negociada.
Sin lugar a dudas, ciertas cosas han cambiado. Entre 1950 y 1970, los predios de más de 500 hectáreas pasaron de ocupar la mitad a solamente una décima parte de la superficie estatal. En el mismo periodo, la superficie ejidal aumentó de una cuarta parte de la tierra censada a poco más de la mitad. Sin embargo, entre 1970 y 1990 la relación entre los predios mayores y menores de cinco hectáreas cambió poco y la distribución de la tierra conservó una estructura desigual: para 1991, los ejidatarios representaban el 80 por ciento de los productores, pero las explotaciones con menos de cinco hectáreas -que aglomeraban al 50 por ciento de los ejidatarios y propietarios- ocupaban menos del 10 por ciento de la superficie censada.
Estos datos muestran que, hoy en día, el problema de la estructura agraria -con todo y su desequilibrio- no es el latifundio sino el microminifundio. Por si fuera poco, el...
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