Rafael Ruiz Harrell / El tren que se fue
Autor | Rafael Ruiz Harrell |
Las divisiones son cada vez más tajantes y, con ellas, cada vez más encontradas las intransigencias. Todavía semanas atrás el ciudadano común y corriente que era partidario del PAN podía saludarse con el que favorece al PRD, pero hoy los separan fracturas e intolerancias. No se trata de algo tan simple como que cada uno crea que el otro hizo una elección política desacertada, sino de algo más básico: cada uno cree que el otro es un mal mexicano y lo que quiere nace de egoísmos que cancelan el futuro del país.
Los motivos inmediatos son absurdos y baladíes. Aunque López Obrador pretenda caracterizar a su "proyecto" -apenas una aburrida colección de lugares comunes-, como algo distinto y novedoso, es evidente que si triunfa tendrá que hacer muchas de las cosas que Felipe Calderón ha venido defendiendo -y que en su gran mayoría no pasan de ser sino otros lugares comunes. Y a la inversa, si llegara a ganar el panista, se verá obligado, aun a pesar de sus intransigencias, a orientar varios aspectos de su gobierno en el sentido que propone el perredista. La afirmación no esconde secreto alguno: quien llegue al gobierno se verá obligado en varios casos a hacer cosas distintas a lo que ha venido predicando porque no hacerlo sería llevar el país a la ingobernabilidad y a la catástrofe.
Es obvio que entre los dos punteros hay mala sangre. Le dan origen las acusaciones de fraudes familiares y de inversiones sin justificación transparente con que se han estado atacando uno a otro, pero aun así las coincidencias en sus discursos son más numerosas de lo que parece. Ambos juran acabar con la pobreza, promover el empleo, reestablecer la seguridad y defender la soberanía. Ninguno de los dos sabe bien a bien cómo alcanzar tales fines y aunque parezcan dispuestos a seguir caminos divergentes, la realidad los llevará a admitir que si en verdad quieren lograrlos no son muchas las opciones eficaces. A pesar de los puntapiés y de los golpes bajos -o quizá incluso también por eso-, los candidatos que van al frente en la preferencia pública son en el fondo menos distintos de lo que aparentan: los dos son candidatos de derecha, mas están aderezados con el sabor de algunas especias de izquierda o de derecha.
El inconsciente colectivo, no obstante, ve la próxima elección de muy otra manera. Los dimes y diretes que se han cruzado entre los candidatos, sin duda han servido para exacerbar los ánimos de sus respectivos partidarios y llevarlos al rojo vivo propio de las...
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