Rafael Segovia / Un crimen inadmisible

AutorRafael Segovia

Hemos cambiado nuestra manera de apreciar acontecimientos que suponíamos juzgados para siempre, después de haber aceptado todo lo que la Segunda Guerra Mundial dio por establecido, el triunfo de la libertad y el liberalismo parecían inconmovibles. Que algunas naciones se negaran precisamente a aceptar la libertad se antojaba una aberración del entendimiento humano, parecía un deber del pensamiento occidental propagar la tolerancia, ésta que se antojaba formaba desde el siglo XVIII parte de la naturaleza humana. No se detenía nadie a dudar de la Ilustración, que habría sido uno de los momentos estelares de la humanidad. Si alguna religión rechazaba abiertamente la tolerancia, se buscaba desesperadamente explicar una actitud que era compartida por millones de hombres y de mujeres. De pronto, de la noche a la mañana, nos encontramos con que hay una parte, pequeña, de esta humanidad que vive y piensa al margen de la comunidad que comparte su generosidad, la generosidad en que ha sido educada. Hablar de civilización se presta a confusión, porque su extensión es tal que civilización, cultura, vida y valor sólo podemos separarlos para confundirnos.

Llevamos unos días en que todos estos términos han entrado en crisis, precisamente porque a la tolerancia la consideramos tan enraizada en el mundo que se aceptan partidos intolerantes. El asesinato es proclamado como una necesidad que asegure un mundo defensor de la exclusión, del aislamiento y de la negación del pensamiento, que defienda esos principios se nos antoja una perturbación mental intolerable. Pero allá está, amparándose precisamente en esta libertad que pretende eliminar, y que nuestra obligación es admitir y tolerar.

No se sabe qué es más admirable de Noruega y los noruegos: su manera de aceptarse como son, su confianza absoluta en su manera de ser, su confianza sin falla en su organización o una bondad que nos asombra de momento, si desearía uno compartir plenamente su tragedia. Hay algo que los hace admirables ahora, cuando vemos que nosotros no seríamos capaces de ser como ellos. El castigo y la venganza anidadas en un enfermo no es aceptable y es, sin embargo, una manera de ser necesaria para todos los hombres y mujeres de la tierra, la aceptación de un enfermo, de un caso aberrante, que ante él no tenemos una respuesta 100 por ciento segura. Nos dejaríamos llevar por la venganza, por la acción de...

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