Rafael Segovia / El deporte

AutorRafael Segovia

Las novedades abundan lo mismo en plano nacional que en el internacional. Por suerte no se plantean los crímenes habituales, los 40 mil, cifra apenas creíble, sino que ahora son los deportes, también difíciles de creer, pero es una nueva manera de contar. No hemos llegado aún a una liga de la senectud, de las cabecitas blancas, de los de más de 70 pero menos de 90, pues siempre se puede encontrar una nueva subdivisión, el caso es dar con algo nuevo, con el pan y circo, para eso candidatos no nos faltan. Ni los escándalos tampoco: debemos inventar siempre algo nuevo, algo que nos distinga y le sea posible, que nos adentre en el ridículo.

Grecia empezó en los deportes, con su carácter en parte religioso en parte guerrero. Fueron evolucionando lentamente, sin abandonar esa cantidad de herencias que fueran acumulándose y que los historiadores -sobre todo los ingleses- fueron descubriendo los orígenes, hasta llegar al siglo XVIII, donde las universidades de Oxford y Cambridge, además de colleges para señoritos de la nobleza y, pese a todo, algunos de clase media, encontraron este tono orgiástico que ahora vamos a encontrar, pero en manos del Estado. Una universidad como la Sorbona no hubiera organizado ni regatas ni carreras de 100 metros -el metro lo inventaron los revolucionarios y la guillotina también. Pero los ingleses estaban convencidos de que las grandes batallas se ganaban en los campos de deportes: allá se inventaban incluso juegos tan absurdos como el cricket, cuyas reglas son un misterio tan profundo que sólo los alumnos de las universidades antes mencionadas y los indios de la India -parece ser que los paquistaníes también- pueden adentrarse en tan procelosa materia.

El mundo se ha vulgarizado hasta lo imposible: hoy, la propiedad sagrada de los señoritos ingleses se ha convertido en una profesión como el comercio, es un negocio de abarroteros, dueños de estadios donde se estrujan más de 100 mil tenderos para contemplar a 100 patanes liarse a patadas, en defensa del honor nacional. La profesionalización del deporte es uno de los negocios más florecientes del siglo presente. Un jugador de futbol o de tenis puede "valer" 100 mil dólares, la política no podía mantenerse indiferente ante tal empresa. Se crearon ministros del deporte y los reyes, presidentes y ministros corren para presenciar a los nuevos héroes.

El o los deportes se han convertido en uno...

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