Rafael Segovia / Los límites de la izquierda

AutorRafael Segovia

Tuvo que esperar más de un siglo pero la izquierda llegó al poder en Uruguay. Las preguntas se agolpan ante este triunfo que, a primera vista, se antoja indiscutible, igual que los vencidos en este enfrentamiento, aceptan los resultados sin mayores escándalos. Queda confirmada la tradición uruguaya de civilidad política y de elegancia ciudadana: en América Latina no se puede pedir más.

Los uruguayos inventaron un sistema electoral, conocido como la ley de lemas, capaz de conservar la Presidencia de la República y la mayoría en las Cámaras a las clases medias. Fue un sistema ingenioso, hoy diríamos de ingeniería política, que no pudo evitar una represión feroz, ante una descabellada violencia presentada por una izquierda tan extrema como absurda. Sería difícil dividir las culpas en una sociedad tan armoniosa como la oriental; se puede decir que el ingenio político de su sistema fue, con algunas modificaciones, adoptado por la Segunda República española, con el nombre de ley de protección de las minorías. Fue sin lugar a dudas el mejor y más honesto de su momento.

Hoy, la izquierda uruguaya ganó las elecciones. Parece seguir un movimiento que se extiende por Sudamérica: Venezuela, Brasil, la Argentina, Chile y, desde hace unos días, Uruguay. No son izquierdas parecidas, no parten de los mismos principios, sus partidos no se parecen, ni sus gobernantes tampoco. Un punto que parece darles un tono común es el no derrumbarse ante el primer embate, ante la primera confrontación. Otro sería haber evitado el radicalismo verbal, pretexto y amenaza gratuita utilizado para justificar todos los golpes militares.

La fachada atlántica de Sudamérica está ocupada por naciones que votaron por la izquierda, y también ocupan, una parte importante de la costa del Pacífico, con el gobierno de Chile. Los países donde la derecha con distintos nombres sigue dominando tienen, como característica esencial, ser naciones con una gran población indígena: México, Colombia, Perú, Ecuador, Bolivia y toda Centroamérica. Se negará en todos los casos el que haya la menor discriminación, que la pobreza coincida con el indígena, y con la pobreza todo cuanto la acompaña: analfabetismo, enfermedades, desnutrición, demografía galopante. Los programas presentados por los gobiernos para remediar estas situaciones seculares no tienen jamás la menor efectividad. Por lo general se limitan a sostener las formas folclóricas indígenas, que a su vez sostienen estas situaciones pero liberan...

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