Rafael Segovia / Nadie es responsable

AutorRafael Segovia

Hemos perdido la cuenta de cuántos días el Presidente ha estado fuera de México. Será que el país no le divierte o no le gusta. Dejando de lado la guarida de Los Pinos y la fuerza militar que la protege, no encuentra acomodo en este país. De vez en cuando, se reúne con sus amigos en un club de industriales donde pronuncia un discurso que, un día después, es publicado por la prensa. Pero por lo general sus discursos los pronuncia fuera, sobre todo aquellos donde determina su política exterior o interior, aunque con frecuencia se desmiente y aunque haya hablado en público, dice haber dicho lo que dijo ya. Se muestra, como lo que hace a su falta de consistencia, frecuente en casi todos los políticos, en el señor Bush, antiguo presidente de Estados Unidos, capaz de invadir a una nación por equivocación.

Oímos desmentidos monumentales, porque no cuentan los miles de muertos, porque fueron mal informados o porque escucharon mal o porque no entendieron lo que ya todo el mundo sabía. El caso de Irak sigue en estos días causando miles de víctimas, lo que al señor Bush no le impide ir al beisbol. El poder, ahora como antes, es totalmente irresponsable, siempre hay alguien inferior, que responde, en algunos casos de ríos de sangre vertidos, sin que nadie rinda cuentas. Tras el culpable real siempre hay un gobernador, un ministro, un jefe de policía, alguien investido en principio de autoridad que sea acusado de un hecho que en ciertos casos puede ser abiertamente delictivo. El de más arriba siempre suele encontrar a alguien bajo él que puede ser acusado en su lugar, quien a su vez se niega a aceptar la acusación por no tener siquiera autoridad para asumirla.

No podemos dejar la pluma ni por un momento sin conocer siquiera qué diremos cuando la volvamos a tomar, no digamos de la autoridad, lo más corriente de la vida es imposible predecirlo puesto que aquellos que determinan los hechos gruesos del acontecer son absolutamente imprevisibles: el Presidente es el primero en separarse de su propia conducta: se reúne primero con quienes admira y hasta cierto punto obedecen. Como no sabe bien qué hacer les pregunta a ellos qué se les ocurre, que se lo comuniquen por escrito. Ni por un momento piensa en dirigirse a las universidades, a las asociaciones de vecinos, a las organizaciones profesionales. No; se le pregunta al dinero, que éste sabe siempre qué hacer...

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