Rafael Segovia / La presencia de Patricia Mercado

AutorRafael Segovia

Pocas presidencias han terminado en México en peores condiciones que la presente. No queda sino esperar que el tiempo se vaya de prisa para evitar una catástrofe absoluta. Si al presidente Fox le angustia qué van a pensar los mexicanos de su gobierno, si espera dejar tras él una idea positiva, al menos bien intencionada, debe olvidarse de seguir interviniendo en la política nacional, tanto en la sucesión como en la cotidiana. Sus tan traídas y llevadas reformas que harían del país algo nuevo, liquidarían un pasado considerado punto menos que infame y establecerían una democracia ejemplar, han terminado en un fiasco absoluto, no imaginado ni por sus más fervorosos partidarios, que vieron en él a un nuevo redentor, antes de darle la espalda y renegar de cuanto decía y emprendía.

No se hubiera podido pensar hace cinco años que terminaría enviando a su policía para romper una huelga por él provocada. Fue una maniobra donde apareció una vez más su incompetencia política pero, ante todo, su falta de carácter, reforzada en este caso por su manera escurridiza de quererse escapar de sus errores, de su pavor ante la responsabilidad. El quedar aún en pie unas cuantas instituciones le ha evitado perder la sombra de poder que se deja manejar con ayuda de un portavoz también asustado por la necesidad de defender una conducta que, en el fondo, reprueba, como todo el país. El Presidente está sumido en una soledad de vértigo. Su angustia debe multiplicarse al advertir cómo no sólo perdió su Presidencia al no hacer nada, sino que con ella se fue la posibilidad de dejar algo, así no fuera más allá de una intención. No sólo perdió, sino que entre las espuelas se llevó a su posible sucesor, al que nunca quiso, sea dicho sin paréntesis.

Para Vicente Fox resulta inadmisible encontrarse con un sucesor originado y apoyado por la izquierda nacional. Todo está permitido con tal de eliminarlo. Se recurrió al desafuero, operación tan riesgosa como desconsiderada por los gobiernos extranjeros, después se han ido buscando elementos adversos hasta dar con el populismo, por un lado, y con las intenciones divisionistas, por otro. Los conocimientos políticos del presidente de la República son cero: de eso tenemos prueba fehaciente cada vez que abre la boca. No se ha enterado aún de que la política divide, separa, opone a los individuos de una nación. La unidad de todos los hombres y mujeres eliminaría a la política: todos los intereses coincidirían, habría una sola...

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