Rebanadas / Se nos fue 2018

AutorCony Delantal

Un año más se termina y, como siempre, nos deja tanto buenas como malas experiencias. Aunque pasamos momentos no tan gratos, lo cierto es que también vivimos otros dignos de guardar en la memoria.

Para mí, los más importantes son aquellos que compartimos con nuestros seres queridos y, como bien saben, algunos de esos instantes de felicidad suceden mientras cocinamos o cuando nos sentamos a comer con nuestra querida familia o en compañía de entrañables amigos.

Es por ello que aquellos restaurantes que se esmeran en brindar una agradable experiencia merecen una mención especial. Uno de mis favoritos este año fue Meroma, que supo conquistarme con platillos sencillos y francos, pero perfectamente ejecutados.

Qué ganas de volver a ese pequeño restaurante de la Roma para consentirme con una sardina japonesa, un pato glaseado en miso y una deliciosa tarta de leche de cabra condensada. Espero que este restaurante continúe tal como comenzó, con el pie derecho.

Aún recuerdo la estupenda experiencia gastronómica que tuve en Carmela & Sal, y que comenzó con unas exquisitas tostadas de queso de hebra y un sope de chicharrón prensado y pulpo. Durante esa riquísima tarde, probé también una lengua de res servida con plátano macho y malanga.

El postre fue de lo mejor en este rincón gastronómico, ubicado en Virreyes. Allí me consentí con unos ricos plátanos con dulce de leche, crema y helado de caramelo. Simplemente un agasajo para el paladar.

No puedo dejar de mencionar Koma, que abrió sus puertas para deleitar con una propuesta de alta cocina y manteles largos. Con sólo recordarlo, dan ganas de repetir su espectacular carpaccio de wagyu, que se sirve con chips de alcachofa y perlas de parmesano.

También imperdibles el cordero lechal con escalivada, el salmón poché con muselina gratinada de coliflor y, de postre, la muselina de café con helado.

Koma es un espacio del que una sale sonriendo porque a su cocina se suma una gran selección de vinos y coctelería.

Qué bien la pasamos mi querido marido y yo en el cálido Sartoria, donde nos dimos gusto con una ensalada de jitomates criollos y burrata, una exquisita orden de gnocco fritto y un par de sus especialidades: las láminas de pasta de pistache con espuma de ajo, y el rosette al horno con jamón de pierna y queso siciliano.

Este lugar, que ofrece cocina italiana de la más alta calidad es, sin duda, uno de visita obligada. Además, sus postres son como una probadita de cielo; me encantó la pannacotta de vainilla...

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