Rebanadas / La Casa de los Cántaros

AutorCony de Lantal

Había sido cumpleaños de un buen amigo de la familia y como no tuvimos la oportunidad de festejarlo en su momento, quisimos invitarlo a comer mi marido y yo.

Cual debe, fue el festejado el que eligió el lugar. Según sus palabras quería un sitio de cocina mexicana y eligió La Casa de los Cántaros en Plateros 27, colonia San José Insurgentes.

La ventaja para quienes nos quedamos estos días en ésta gran metrópoli es que puedes disfrutarla, incluyendo por supuesto, los restaurantes que por causas obvias están casi vacíos la mayoría de ellos y La Casa de los Cántaros no fue la excepción.

A pesar de la escasa asistencia sucedió algo muy curioso. Todos nos quedamos de ver en el restaurante. El primero en llegar fue mi marido, la mesa que le ofrecieron en primera instancia no le agradó porque estaba un tanto arrinconada, de manera que solicitó que se la cambiaran. Aunque no había prácticamente comensales, el mesero le indicó que iba a ser difícil que respondieran a su petición porque todo estaba reservado. Mi marido insistió y logró su cometido, pero tuvo que hablar hasta con el capitán.

El asunto es que nunca llegó alguien a las supuestas mesas reservadas. Nunca entendimos el por qué tanta resistencia a cambiarnos de lugar cuando podían hacerlo.

Nos ubicamos en el salón que está justo a la entrada, entre el Salón Espejos y el Guadalupano. Al llegar yo, al final por cierto, como debe de ser, ambos ya estaban con un tequila Herradura Reposado de $63, que lo pidieron con sangrita, la cual cabe decir es natural y la hacen ahí mismo. No tiene relación con el sabor de las otras de marcas comerciales, ésta es mucho más espesa.

Para abrir boca comenzamos con una orden al centro de tacos del Puente Escondido de $ 76. Son tres en tortilla de harina, todos iguales y tienen jaiba, pescado y camarón con jitomate, acompañados de las diferentes salsas que te ponen a un lado. Fue algo rico para empezar.

La decoración permanece igual que siempre. Un platón de barro muy grande cuelga de una pared del salón central con el rostro de Frida, los tonos entre rosa, rojo y blanco te hacen respirar un México colonial.

Su cocina no es la excepción, aunque el menú no es muy extenso, dentro de sus platillos estelares están los moles.

Después de la entrada, fiel a su costumbre, mi marido pidió el fideo seco con queso Chilchota de $39, que es su favorito. Este en particular no lleva frijoles y se incluye poca crema a diferencia de otras recetas, ahí la esencia es el Chilchota y...

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