Rebanadas / Detalles por corregir

AutorCony Delantal

Puras buenas intenciones...

Escapándome de los genios de mi marido, me apunté con tres "amigas con causa" a pasar una noche en Valle, específicamente en El Santuario, propiedad del conocido señor que suena a zapatería, Michel Domit. Lugar que, por cierto, tiene más estrellas que el firmamento.

Hay toda una historia tierna detrás del Señor Domit: que se quedó huérfano a los 12 años y se tuvo que enrolar en los negocios zapateros que inició su papá (un inmigrante libanés que llegó a México en la década de los 20).

Y no crean que me estoy fumando algo. En esa biografía plasmada en su propia página de internet, te dicen que Michel se comunicaba con su fallecido padre en meditaciones.

Y en cierto momento, en el que tuvo la disyuntiva de adquirir ese pedazo de montaña en Valle de Bravo, su ancestro se le apareció en sueños para indicarle santo y seña, así como de "a ver, apúntale", que no sólo tenía que comprar ese terreno, sino además convertirlo en una reserva ecológica con muy pocos (pero muuuy caros) metros destinados al negocio, que se tenía que llamar El Santuario y que tendría que convertirse en un ejemplo mundial de convivencia entre el hombre y el medio ambiente.

Con esa intención nació este proyecto junto al lago... ¡y hasta la fecha sigue siendo el hotel de las buenas intenciones!

Y es que casi está muy bien, pero no. Y perdón que los aterrice así de golpe, pero de verdad que hay más intenciones que acciones. En la foto y en teoría se ve y suena todo bastante "nice", pero en la práctica se acaba el encanto.

Abres la puerta del cuarto y no puedes quitar la llave. Adentro hay una fuente que qué linda, pero resulta que no tiene agua y nada más le ruge la bomba como a mi marido cuando trae carraspera... qué desesperación...

Los cuartos están llenos de monadas, hasta con alberca interior y toda la cosa, peeeeero no cuentas con que la desdichada bombita está trabajando todo el tiempo y a la hora de dormir batallas para pegar el ojo con tanto ruidito y zumbido.

En principio me había fascinado esa romántica escena de la piscina personal y la vista fugada al lago, y hasta me arrepentí de no haberme llevado a mi gordo, pero ya en la noche ni lo extrañé; como si lo tuviera ahí pegadito, con los ruidos, ronquidos y resoplidos de siempre.

Y agrégale además que el agua que tienes ahí dentro está, según ellos "a temperatura ambiente", pero yo diría que más bien tirándole a calientita, ¡y el cuarto no tiene aire acondicionado! ¡Qué martirio!

Ya...

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