Rebanadas / Disfrute de mar

AutorCony Delantal

ENTRE INTELECTUALES

Oigan, si les gustan los mariscos, les tengo una recomendación. Se trata del restaurante Stampa de Mar, que se encuentra en la calle de Orizaba, justo en la esquina con Puebla, en la Roma.

A diferencia de otros sitios que han sido parte del "boom" restaurantero de la zona, este lleva ahí cerca de seis años.

Di con él porque una pareja de amigos intelectuales me invitó a la presentación de un libro por la zona, y al salir vimos que había un tráfico espeluznante. Con tal de ahorrarnos los pitidos y el estrés, decidimos caminar un poco en busca de un restaurantito, y nos topamos con este lugar que desde que lo vi me causó buena impresión.

No es grande ni elegante, pero tiene su personalidad, sin grandes pretensiones. Además de las mesas tradicionales, hay unos silloncitos a pie de calle que le permiten a uno sentarse a comer sin perder contacto con el exterior. Muy agradable.

La pareja con la que iba es de esas que les encanta el arte y leen un titipuchal de libros. Por lo mismo su conversación a veces no es fácil para mí. Digo, no es que yo sea una ignorante, claro está, pero luego tocan temas de los que no sé ni "jota". Así que mientras ellos se ocupaban de los exponentes de la literatura húngara, yo les sugerí un par de entraditas. Como bien dicen: zapatero a tu zapato.

Pedimos la jaiba de concha suave a las brasas ($280) y unas tostaditas de atún como las que ahora se han vuelto muy populares, con finas rebanadas de atún crudo, frituras de poro y una camita de mayonesa de chipotle. Nos sirvieron tres piezas que disfrutamos.

Como no llevábamos grandes expectativas, nos sorprendimos gratamente cuando nos llevaron la jaiba. Es más, mis amigos dejaron de lado a los escritores europeos y se concentraron en el platillo.

La jaiba venía desmenuzada en su concha suave sobre tres tortillas de harina, y acompañada de cebolla y cilantro picados. Muy buena presentación, pero mucho mejor sabor. No saben qué cosa tan deliciosa. El sabor a las brasas era fuerte y por ahí distinguí un poco de mantequilla. Acompañamos con las salsitas que había en la mesa y qué les puedo decir.

Ya con esta entrada, el mundo de los intelectuales quedó atrás. Los dos tomaron la carta y le pusieron más atención. Ella pidió como único platillo el caldo de mariscos ($100) y aunque la porción era pequeña, el caldo traía tanta almeja, pescado, camarón y calamar, que quedó satisfecha. Además, por lo que me dijo, estaba de lo mejor.

Su esposo, con muy buen ojo...

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