Rebanadas / Grata sorpresa

AutorCony Delantal

Una de mis sobrinas me pidió que la acompañara a comprar un detalle para su mamá, quien cumplió 15 años como maestra de preescolar. Como andábamos muy cerca de Manacar, nos dirigimos a una de sus boutiques.

En la plaza había muchísima gente, pero por fortuna pudimos comprar sin problemas en la famosa tienda que seleccionó mi querida. Al terminar, me invitó a comer a uno de los lugares que se encuentran en la parte superior de la torre. Un Sushi Itto, un Chili's, La Cervecería de Barrio y El Japonez, son algunas de las opciones que alcanzamos a ver. Yo imaginé que mi querida querría un sándwich cualquiera, pero para mi sorpresa eligió el restaurante Torino, que yo no había visto en ese momento. Ese espacio gastronómico, que forma parte del grupo del Puntarena, tiene un amplio comedor que, además, es muy cálido, y una terraza con vista a la calle.

Allí nos sentamos, en lo alto de esta torre, completamente transformada y que hace unos años no era más que un edificio viejo y descuidado.

Como entrada pedimos un crudo de huachinango trufado ($189), que llegó servido con unas finas rodajas de limón y chile, aceite de oliva y una salsa cremosa y discreta de trufa.

La entrada nos pareció rica, pero no extraordinaria; de hecho el sabor de la trufa era mínimo. Pronto, mi sobrina disfrutó unos golosos tallarines con frutos del mar al azafrán ($289), que llevan almejas, enormes camarones y mejillones.

Ella quedó encantada con esta pasta, al dente y de sabores rotundos, en la que una salsa ligeramente cremosa se equilibra a la perfección con los frutos del mar. Un platillo que, dijo, volvería a pedir sin dudar.

Yo, mucho más preocupada por las calorías, opté por la pesca del día al sartén ($360). Mi elección, que fue una lobina, me pareció súper rica pues se prepara con un toque de vino blanco y se sirve con almejas, mejillones, jitomate cherry y aceitunas. Una opción muy equilibrada y discreta en cuanto al tamaño.

Mi querida acompañante, que está en plena edad del estirón, se había quedado con un ´huequito´, así que pidió una pizza. El mesero le recomendó muchísimo la especialidad de la casa, Lucca ($289), que lleva prosciutto, aceitunas, portobello y cebolla morada.

Muy complacida se sintió con su elección, de masa delgada y crujiente, que satisfizo su antojo. Afortunada ella que aún puede comer como si no hubiera mañana. Obviamente no se terminó la pizza, pero vaya que le echó ganas.

Debo decir que salí contenta por haber visitado este restaurante...

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