Rebanadas / Un gusto consolidado

AutorCony Delantal

Como fue el cumpleaños de mi querida hermana, la invité a cenar a Rosetta, un restaurante que visité apenas abrió sus puertas y al que no había regresado, al menos, si no mal recuerdo, en un par de años.

A pesar de que apenas era inicio de semana, el lugar, ubicado en una casona entre chic y confortable, estaba completamente lleno, pero lograba respirarse el ambiente romántico que lo caracteriza.

La carta, como podrán imaginarse, cambia continuamente para sorprender a los comensales nacionales y extranjeros, aunque conserva ciertos platillos tradicionales del establecimiento.

Para no hacerla de emoción, les cuento que probé un espectacular mole de chicatanas como entrada ($276). Éste se prepara con las codiciadas hormigas y lleva hongos clavito en escabeche, así como trompa de cochino en rebanaditas. Pequeños trozos crujientes de hoja santa coronan esta delicia.

Con un sabor picosito, tal como nos fascina a los mexicanos, este mole nos conquistó. Además, su gusto es complejo, pues ofrece notas fuertes, que nacen de los hongos, y un toque de frescura, proveniente de la hoja santa. Un acierto como entrada.

Como fuerte, me seguí con un conejo confitado ($315), mientras que mi hermana pidió un robalito ($389).

Mi elección me dejó más que satisfecha, pues a mi mesa llegó un conejo acompañado con un sedoso puré de zanahoria, hojas de mostaza y levístico. Tanto el conejo como el puré se deshacían en boca. Finas rodajas de zanahoria doradita acompañaron este plato.

El robalito que pidió mi hermana no se quedó atrás. La chef sirve este pescado con papa, flor de calabaza y hoja santa. El sabor, ligeramente dulce, resultó de lo mejor, y sobre la textura no hay nada que objetar. Una delicia resultó este plato, ligerito y perfecto para quienes quieren aventurarse con un postre.

De entre sus opciones para cerrar con algo dulce, mi acompañante pidió un mil hojas de chocolate ($129), pero se había agotado. Ordenó, entonces, el que el mesero le sugirió: un pastel de jengibre ($108).

Aunque en un inicio no se me antojaba mucho, muy pronto cambié de parecer, ya que el fuerte sabor del jengibre se equilibró con el helado de toronjil y el toque de manzana que lo acompañaron.

Aunque no estuvo nada mal de sabor, sin ser lo más rico de la velada, pues soy de postres un poco más tradicionales, no niego que en Rosetta cené de lo mejor.

Da gusto volver a un espacio gastronómico como éste, comprobar por qué ha logrado consolidarse y dejarse sorprender con propuestas...

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