Rebanadas / Reencuentro fraternal

AutorCony Delantal

Tenía tres meses de no ver a mi hermana y fue hasta este miércoles, cuando los restaurantes comenzaron a abrir nuevamente, que nos reencontramos en un rincón gastronómico ubicado en Polanquito.

Ella propuso que fuéramos a Spuntino, y yo accedí de inmediato. De entrada, déjenme decirles que esta nueva normalidad se siente muy rara.

Hallamos un restaurante sin música, con pocas mesas, una separada de la otra; cocineros y meseros llevaban los debidos cubrebocas y caretas.

Al ingresar nos tomaron la temperatura y nos ofrecieron gel para limpiarnos las manos, una vez en nuestras mesas nos colocaron el servicio: manteles individuales de papel y salsas en pequeños recipientes, raciones calculadas en función de los comensales.

El ambiente nos pareció casi como el de una realidad distópica: con apenas un par de comensales, siempre pendientes de no olvidar las medidas más básicas de higiene, y en una atmósfera que parecía apacible pero que jamás habíamos experimentado. Se echa de menos la fiesta propia de aquella esquina de Emilio Castelar.

Para romper ese silencio ordenamos un par de copas de tinto y unas tradicionales mollejas a la parrilla ($99). No tardaron mucho en llegar, así que pronto, mientras disfrutábamos suaves trozos de carne, fuimos poniéndonos al día, cada una contando nuestras experiencias en esta interminable cuarentena.

Frente a nosotras, el Parque Lincoln, ese maravilloso espacio en el que antes dábamos paseos familiares y donde pasamos muchas tardes soleadas.

En esta ocasión, aunque se permite caminar por ahí, siempre y cuando se respete un número máximo de personas, el lugar estaba casi vacío. Sólo vimos a algunos que salieron a ejercitarse rápidamente.

Aunque la atmósfera nos resultaba un tanto desconocida, yo gocé muchísimo cambiar de aires y platicar nuevamente con mi hermana.

Eso sí, cada una con nuestro respectivo gel desinfectante, lentes para proteger los ojos y el pelo recogido, como se sugiere para evitar contagios.

Como fuerte, compartimos un rack de cordero ($615), suave y exquisita pieza con la que nos tomamos nuestro tiempo; la acompañaba un sedoso puré de camote y una salsa verde.

Como cierre ordenamos un helado de chocolate ($87), que nos fascinó por su consistencia cremosa y su delicioso sabor.

Durante un par de horas, finalmente pudimos relajarnos un poquito y compartir una comida en familia, aunque varias veces nos levantamos a lavarnos las manos por precaución.

Sin duda, lo que más disfruté fue la compañía de...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR