Rebanadas / Rostizado en familia

AutorCony Delantal

Una de mis sobrinas, que trabajó en un museo durante estas vacaciones, nos invitó a comer a mi hermana y a mí antes de su regreso al colegio. Qué lindo detalle, ¿no?

Nos llevó a The Roost, en la esquina de Campeche y Citlaltépetl. Al sentarnos, una mesera muy amable nos explicó el concepto, las especialidades y las sugerencias del chef.

Resulta que, en este restaurante, la onda es rostizar todo. Y no sólo pollo, también jabalí, lechón y, por supuesto, vegetales. El cometido, nos dijeron, es elevar la experiencia gastronómica de una parrilla tradicional al ofrecer cortes y uno que otro marisco, los cuales pasan por una cuidadosa cocción.

En su carta destaca el pollo, la especialidad de la casa, que admite preparaciones diversas. El finolis se marina con romero, laurel, tomillo y orégano ($195, aprox. 1.2 kg), el bravo lleva adobo de chiles guajillo, chipotle y pasilla (y cuesta lo mismo); ambos pueden prepararse con pollo orgánico y ordenarse en medias porciones.

Cocinan también pato laqueado con miel y especias ($320, ½ pato), costillas de cerdo ($290) y new york ($320). Como el platillo amerita un complemento, The Roost ofrece arroz ($195), puré de papa o de camote ($75), elotes rostizados ($75) y espárragos ($95).

Los comensales también encontrarán un par de ensaladas y dos o tres sándwiches de pulpo o calamar ($130), puerco ($115), y vegetales ($95).

Nosotras optamos por la especialidad de la casa y ordenamos medio pollo bravo ($110) y medio finolis ($110). Para completar, mi sobrina pidió puré de papa y mi hermana una orden de jamón ibérico ($240), todo para compartir.

Pronto llegaron las viandas a nuestra mesa. Los pollos, tanto el finolis como el bravo, se encuentran en porciones perfectamente rebanadas y con una ración de cebollitas y chiles.

El chef nos mandó unas ricas y minúsculas tortillas azules para acompañar y la salsa chipotle fue nuestra elección para dar el toque final.

En textura y sabor, el pollo finolis no nos quedó a deber. La carne es suave y en ella resaltan las ligeras notas de hierbas.

El bravo, la otra mitad de nuestro pollo, fue el que más nos agradó, pues el adobo de chiles le da ese toque picante que lo diferencia del primero.

El puré de papa pasó por la mesa sin pena ni gloria, pero para nuestra fortuna el jamón ibérico no. Éste, recién rebanado, ofrece la opción de disfrutarse solo o en tapas elaboradas con crujiente pan.

Debo decir que en esta primera visita nos fue bien. El pollo, aunque no era espectacular...

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