Rebanadas / Siempre joven

AutorCony Delantal

Aprovechando que mi esposo tuvo una cita de negocios en el WTC, le pedí aventón y quedé de ver a una amiga muy simpática que además siempre ha soñado con ser actriz.

Como ella conoce la Nápoles mejor que yo, me dijo que nos viéramos en un lugarcito que está justo detrás del WTC, en la calle de Dakota. El restaurante se llama Ciudad Tinto y por fuera se ve bastante lindo. Llegué antes que ella y elegí la terracita del segundo piso, pero la verdad es que pude haber elegido en cualquier área porque no había un alma. Muy desangelada la cosa.

Mi amiga y yo somos de la misma edad y no por nada, pero yo siempre me he visto más joven que ella. Sin envidias, ¿eh? Digo, una va acumulando sus añitos y una que otra arruguita pero en su caso ya tenía dos que tres que parecían surcos.

La cosa es que cuando llegó, ¡válgame Dios! La condenada no tenía una sola arruga y se veía tan rejuvenecida. Les confieso que sentí un poco, pero solo un poquitín de envidia.

Al principio no le dije nada, pero una vez que recorrimos la carta -que no más no me conquistó- y pedimos al centro los espárragos asados (95 pesos) y unos tacos de lechuga (125 pesos) con pollo estilo oriental, de plano no me aguanté y le pregunté su secreto.

Los espárragos venían servidos con jamón serrano, obleas de parmesano y bañados con vinagre balsámico. Estuvieron bien, a secas; lo que no nos gustó fueron los tacos de lechuga. Es obvio que quisieron imitar los de pichón del Mandarin House pero se quedaron muy a medias. Es como si alguien les hubiera prometido la receta original y al final los hubiera estafado con el último ingrediente. Tenían sabor raro y un dulzor muy artificial.

Para no dejarlos en suspenso, resulta que desde hace unos meses mi amiga empezó a desarrollar lo que yo llamo el "Síndrome de Lucía Méndez": Obsesión por el cutis, las arrugas, cremas anti edad y hasta por las cirugías estéticas. Según me platicó, ya ha recurrido a dos que tres remedios que le han sentado de maravilla. Entre ellos, el famoso botox.

¡Con razón!, pensé para mis adentros, mientras ella se comía su filete con reducción de balsámico al Oporto (220 pesos), que por lo que dijo estaba medio grasoso.

Yo pedí la brocheta de camarón al estilo cajun (190 pesos), que, aunque más sencilla, estuvo bastante decente. Venía servida en una cama de fetuccini a la finas hierbas y portobellos salteados. Tal vez el restaurante debería sacar partido de esas recetas más sencillas o de plano ponerse a trabajar en los...

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