Rebanadas / Una tarde con la suegra

AutorCony Delantal

No sé qué pasa en el sur de la Ciudad, pero esta semana no fue fácil encontrar una novedad gastronómica de nivel.

Anduve por Avenida de la Paz y vi, con cierta tristeza, que cerraron el Bonito Pop Food que estaba frente a El Cardenal. Ahora el lindo edificio está en remodelación, esperando un nuevo concepto.

El lugar que está a un lado, Izzlita, aunque de reciente apertura, se veía más como para disfrutar algún coctel.

Como iba a cenar con mi suegra necesitaba algo más formal, pues mi invitada es un poco quisquillosa; ya saben, es la típica señora que cree cocinar mejor que los mismísimos chefs.

Ya en Altavista, en el número 207, descubrí el recién inaugurado restaurante La Mallorquina que, tras conquistar paladares durante años en Polanco, llega al sur.

Aquí el chef y propietario Carlos Arrieta promete seducir al paladar con gastronomía tradicional española, y como mi suegra tiene cierta debilidad por la cocina de aquellos lares, la opción me pareció maravillosa.

Al entrar descubrimos un espacio completamente renovado. Ya nada queda de aquella decoración de alegres cerditos que pendían de la pared, ni de la cocina española más juvenil que caracterizaba a Manolo y Venancio.

Tampoco hay rastro del restaurante de cortes que estaba en la segunda planta. La Mallorquina ocupa los dos niveles, en ambos reina una estética cálida, elegante y acogedora que, por cierto, le gustó mucho a mi querida. Punto a favor.

Nos sentamos en el piso superior, con vista hacia la barra y su tradicional carrito de ginebras. En el lugar, que tiene un par de semanas abierto, estaban ya varios grupos muy animados, disfrutando un buen jamón ibérico.

El chef nos sorprendió con un riquísimo pincho de patata. Yo me apresuré a pedir una botella de Arzuaga Crianza ($890). Ordené también unos boquerones en vinagre ($130), y mi suegra pidió pimientos rellenos de bacalao ($225), ambos como entrada.

Nuestro muy diligente mesero pronto llegó con seis piezas de aquel pequeño pescado que, con sólo un toque de aceite de oliva, nos dibujó una sonrisa.

Los disfrutamos con una orden de pan tumaca ($50), típico de la cocina mediterránea, que lleva tomate, aceite y una pizca de sal.

Igualmente ricos estaban los pimientos, que se bañan en una sedosa salsa. La orden es perfecta como entrada. Con música española de fondo y en una exquisita atmósfera, mi suegra y yo disfrutamos esta cena para dos.

Como fuerte...

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