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Reclaman justicia y siguen su camino

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Vincent
AutorVerónica Sánchez

En su hombro derecho, Claudio Tisol cargaba un ataúd negro hecho de cartón que simbolizaba a todos los migrantes muertos en su trayecto por México, mientras que en el izquierdo una playera color café amarrada con un nudo llena de comida que le habían regalado durante el camino: latas de atún, galletas, agua embotellada y ropa.

Y es que una vez terminado el mitin en el Zócalo, el guatemalteco de 28 años, así como los cerca de 60 centroamericanos que participaron en la Marcha por la Paz, no sabían si volverían a conseguir alimentos en su trayecto.

"Agarren las aguas aquí, que en el tren no nos van a dar nada", decía uno de los migrantes a sus compañeros que portaban una de las mantas mientras avanzaban entre la multitud sobre Eje Central rumbo a la Plaza de la Constitución.

Tras cuatro días de camino, a pie, en tren y en autobús, el grupo de migrantes que se conformó en el Albergue Hermanos en el Camino en Ixtepec, Oaxaca, llegó a la Ciudad de México a las 9:11 horas de ayer y se unió a la manifestación a la altura de la Alberca Olímpica.

Debajo del puente de Río Churubusco, el sacerdote Alejandro Solalinde, quien les dio la bienvenida, leyó una lectura del Evangelio y después dirigió una oración antes de comenzar a marchar.

"Nos encontramos en un momento muy difícil en México, pero tenemos nuestra esperanza.

"¿Quieren de verdad un cambio, sus países están bien?", les preguntó el padre.

El motivo de marchar para muchos de los migrantes era exigir un alto a los secuestros contra ellos, pero también para viajar más seguros.

Sin embargo, ni el que viajaran en grupo encabezados por los activistas como Rubén Figueroa, Elvira Arellano y Irineo Mujíca, fue garantía de que no les pasara nada, pues en Orizaba, Veracruz, intentaron levantar a una mujer embarazada y a su pareja.

"Vine por una parte para apoyar y otra parte para uno, para venir en grupo, pues cuando viene uno sólo corre más riesgos, y aún...

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