Recorrido de fantasía

AutorMario Abner Colina

Enviado

COLOMBIA.- Aquellos enamorados que se miran fijamente frente al portón -guayabera, él; falda de lino, ella- podrían ser la reencarnación de Florentino Ariza y Fermina Daza de El amor en los tiempos del cólera. ¿Por qué no?

Vamos a bordo de las carrozas que recorren el centro histórico de Cartagena de Indias por las noches, las luces de los faroles dan un aura mágica a todo lo que vemos, y parece que frente a nuestros ojos se desarrolla una novela de Gabriel García Márquez.

Transpirando por la humedad, atravesamos callejuelas empedradas con casas de dos pisos, balcones con flores y ventanas enrejadas. De alguna de ellas se alcanza a escuchar vallenato y champeta.

Tesoro del Caribe fundado en 1533 por el conquistador Pedro de Heredia, el centro de Cartagena es Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1984.

Elegante, bella y colorida, rodeada por una muralla de 11 kilómetros erigida como defensa, luce como una antigua dama de la Colonia.

Desde inicios del siglo 20, la gente hace recorridos en coche de caballos. Quizá porque ayuda a la fantasía y, a pesar de que al lado van autos, uno imagina que de pronto puede anunciarse un ataque de corsarios. O el de una flota inglesa, como la que fue repelida aquí en 1741 y por la que a Cartagena la apodan "La Heroica".

Al pasear por Cartagena, parece que el tiempo viaja atrás y adelante. Librerías de viejo móviles o vendedores de dulces de coco aparecen por aquí, e instantes después, hoteles boutique, joyerías de esmeraldas. Según Carlos, nuestro cochero, muchos extranjeros y pocos colombianos habitan esta costosa zona.

Aun de noche, el centro reboza vida. Dan ganas de bajar, pero no es posible. No ahora.

Unas amigas van de "rumba", viejos degustan "tinto" (café) y un trovador se sube al carro y canta temas de Carlos Vives. En el recorrido atravesamos plazas a raudales: la de los Coches, atrás de la famosa Torre del Reloj, donde, cuando esto era parte del Virreinato de la Nueva Granada, se realizaba la venta de esclavos.

En otra, la de Santo Domingo, está la iglesia decana de la ciudad y la escultura de la gorda "Gertrudis", de Fernando Botero, sobre la que llueven flashazos.

El recorrido de 30 minutos destila historia. En los techos de las casas, aprendemos, siempre hay una teja que apunta al cielo: es para conjurar hechizos de brujas.

Los nombres de las calles, también. Un condenado que se dirigía a un auto de fe de la Inquisición, por ejemplo, fue...

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