Recorridos de cuento

AutorYaotzin Botello

En Alemania hay diversas rutas que uno podría tomar para conocer el país, o sus productos. Hay una ruta que se llama de los Cuentos de Hadas, hay otra que es la Ruta del Vino (en Alemania se toma cada vez más vino que cerveza) y hay otra de abolengo, la de los Castillos.

Alemania está llena de castillos. Se dice que son más de mil, y no hay que dudarlo, pues antes que ser una república, este país era un territorio dividido en varios reinos.

Existen algunos como el castillo de la Pfaueninsel (Isla de los Pavorreales, al sur de Berlín), que pudo haber sido a finales del Siglo 18 una casita de campo tipo castillo que Federico Guillermo II mandó construir para su amante Guillermina Encke.

Pero también está el fantasioso castillo de Neuschwanstein, en el estado de Baviera, y que Disney tomó como imagen para el palacio de la Cenicienta.

Muchos de los castillos están en ruinas, pero muchos otros, a lo largo y ancho del país, han sido bien mantenidos e incluso renovados.

Nosotros tomaremos la ruta hacia el sur, donde está la institucionalizada Ruta de los Castillos, para ir saltando, literalmente, de uno a otro, como noble de antaño.

La ruta comienza en la ciudad de Mannheim, en el suroeste de Alemania, y se extiende a lo largo de unos 800 kilómetros hasta Praga, en la República Checa, cruzando míticas ciudades asentadas en una zona llamada "Franconia Romántica", y donde están Heidelberg, Bad Wimpfen, Schwäbisch Hall, Nuremberg y Bayreuth, en el sureste del país.

La mayor parte de los castillos, palacios y residencias tiene que ver con la Edad Media, siguiendo la huella de káiseres, reyes y príncipes, de caballeros, condes y romances.

Mientras que los castillos tenían más una función de defensa contra ataques de otras regiones, los palacios fungieron más como residencias confortables muy elegantes.

La mayor parte de los castillos se encuentra en puntos estratégicos, como sobre una colina o rodeados de agua, mientras que los palacios están por lo regular en el centro de las ciudades. Pero en todos los casos la arquitectura es imponente.

A este paisaje arquitectónico, casi único en su tipo en Europa -sobre todo por su variedad-, se suman monasterios, iglesias y centros históricos como el de Heidelberg, que es la delicia de cualquier paseante.

Y si uno no recorre toda la ruta en auto o en tren, puede escoger sólo una zona para pasar de castillo en castillo caminando o en bicicleta, y disfrutando de mercadillos y otras alegorías que dan vida a las...

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