Recuperan sus últimos momentos

REFORMA/Redacción

A Samuel Gordon le explotó su verdad en el pecho una madrugada: por primera vez, a 30 años del suceso, haría público su testimonio que reconstruye las últimas horas de Rosario Castellanos, hasta ocurrido el fatal accidente, para así despejar, de una vez por todas, la conjetura de suicidio que nubló el final de la escritora.

Gordon, de origen polaco, lloró al recordar. Soltó lágrimas encadenadas a aquél 7 de agosto de 1974 en Israel, día en el que tuvo "el triste privilegio" de telefonear a su entrañable maestra tres horas antes de su muerte, y de ser la persona a la que buscó inmediatamente su chofer, a quien le pidió que le reconstruyera la escena de la tragedia.

"Fue inevitable, ridículo, increíble. Por ello, siempre, tantas absurdas conjeturas", escribió Gordon esa fría madrugada al rememorar sus años como estudiante de la Universidad Hebrea de Jerusalem, a principios de los 70, cuando la escritora era Embajadora de México en Israel.

El ahora catedrático de la UNAM y de la Universidad Iberoamericana eligió el marco del reciente Homenaje a Rosario Castellanos, realizado en El Colegio de México, para, en medio de una voz rota, soltar su historia.

El soplo del 'Jamzin'

El 7 de agosto de 1974, el Jamzin, viento abrasador del desierto, azotó Tel Aviv. Al mediodía, Gordon llamó a Rosario para verla, pues ella recién lo había recomendado para impartir un seminario del Medio Oriente en El Colegio de México.

"La escuché alegre, sardónica, mordaz, en una conversación que duró 10 minutos".

Rosario le dijo que no podría verlo: "Iría a la ciudad vieja de Jerusalén, en la zona amurallada, para recoger unas mesas de bronce repujado encargadas desde Siria hacía meses".

Fue la última vez que la escuchó. Dos horas y media más tarde, el timbre de su teléfono repicó con la noticia. Era Israel, el chofer de Rosario, de origen búlgaro, quien en español antiguo le gritaba destrozado que la señora embaxatriz había tenido un accidente, y le pedía que se trasladara de inmediato a su residencia en Herzlía Pitúaj.

Cuando Gordon llegó, Rosario había sido trasladada al hospital, donde no sólo les negaron la entrada sino que les dijeron que ella había sido declarada clínicamente muerta.

"Yo estaba llorando, verdaderamente desconsolado, y le dije a Israel: 'necesito que me digas lo que pasó', y fuimos a la residencia de Rosario".

Israel le explicó que el auto mercedes de la Embajada no tenía aire acondicionado. Cuando él y Rosario regresaron, ella...

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