REFLEXIONES / ¿Votarlo o botarlo?

AutorMauricio González

A veces la política sorprende más que la economía. Según la última encuesta de opinión pública de GEA-ISA, Donald Trump es más conocido por los mexicanos, que la gran mayoría de los aspirantes, o mejor dicho, suspirantes, a la candidatura presidencial de México de 2018 (AMLO, Osorio, Videgaray, Beltrones, Mancera, Margarita Zavala y varios más). Ochenta y ocho de cada cien personas entrevistadas en México sabe quién es Trump, porcentaje al que todavía no llega ninguno de los pre-candidatos nacionales.

Asimismo, dos de cada tres mexicanos estima que el gobierno de Trump sería perjudicial para nuestra nación, en caso de resultar electo. Los ciudadanos de EU harían bien en contagiarse de esta opinión, ya que para ellos también es un riesgo mayúsculo.

La clase gobernante mexicana posiblemente comparte este punto de vista, pero hasta ahora ha generado la percepción de no saber cómo vacunar al País frente a dicha eventualidad. Insertarse oficialmente en la carrera presidencial de EU es anti-diplomático, pero ello no implica cruzarse de brazos y esperar que el resultado sea favorable. Hay que insistir en el peligro que representa Trump para todos.

Trump es un populista que da voz y esperanza a los que se sienten excluidos o amenazados en EU. Por ello, atrae a un mosaico muy especial de simpatizantes, entre los que se incluyen: viejos y jóvenes, anglo-sajones y latinos, personas de bajos ingresos y otras de clase media o ricas, conservadores y liberales.

Los anzuelos de Trump para pescar incautos son simples, pero poderosos. A los ansiosos por mejorar su economía personal les promete deportar a los migrantes mexicanos que, según él, les roban la oportunidad de empleo a sus compatriotas; o construir un muro para evitar el paso de drogas entre ambos países y pasarle la factura a México, como si eso acabara con el vicio de los drogadictos estadounidenses.

Trump, como todos los populistas, atrae a su público con engaños. Sus mensajes apelan a la víscera, no al intelecto. Contestarle por la vía hepática resultaría contraproducente, ya que el pleito de dimes y diretes sería interminable, lo que hace difícil desenmascararlo. No obstante, el silencio de los agraviados obra también a su favor.

Un ejemplo de cómo denunciarlo...

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