Los refugiados vuelven a casa

AutorAngeles Espinosa

Los veraneantes tardarán en regresar a Istalef, pero sus habitantes ya han empezado a reconstruir las casas y a cultivar las huertas que, como su artesanía, le dieron renombre. La guerra se ensañó con dureza en esta pintoresca localidad situada al norte de Kabul. Su altitud, que atraía a los kabulíes porque suaviza las temperaturas veraniegas, la convirtió también en un lugar estratégico para las diferentes fuerzas que durante dos décadas lucharon por dominar Afganistán. Tras la toma de la capital por los talibanes, Istalef quedó en la línea de frente y sus últimos hombres abandonaron una ciudad fantasma.

Cuando visité Istalef en noviembre, después del derrumbe del régimen talibán, una docena de milicianos de la Alianza del Norte y un prisionero de guerra lo habitaban. Habían establecido su puesto de control entre las ruinas del antiguo Palacio de verano de la familia Real. Sólo la escalinata principal y una maltrecha balaustrada daban testimonio de un pasado mejor. A pesar de la destrucción y el abandono, las ruinas de la ciudad aún transmitían el encanto con que la recuerdan quienes huyeron de ella a Kabul o a Paquistán.

El clima de seguridad que desde entonces se instaló en las llanuras de Shomali, la tierra fértil que se extiende al norte de Kabul, ejerció un "efecto llamada". Los hermanos Al Qozai ni siquiera esperaron la ayuda de la ONU para emprender el regreso a Istalef. Con su madre, sus respectivas mujeres e hijos, 14 personas en total, se juntaron a otras dos familias, metieron sus posesiones en un camión y pusieron rumbo a su ciudad natal. Pagaron unos 50 dólares por los dos días de viaje desde Fakirabad, afuera de Peshawar.

"La vida en Paquistán era muy dura: ya no podíamos hacer frente a las facturas y, además, no teníamos a nadie que se ocupara de nuestra propiedad aquí", explica el mayor de los dos hermanos.

Han pasado seis años como refugiados en el país vecino. "Fue un desastre para nosotros, nos resultó difícil iniciar una nueva vida allí", recuerda, antes de explicar cómo sobrevivieron vendiendo zumos. Pero no era la primera vez. Abandonaron su casa tras la ocupación soviética y volvieron en 1992. "La segunda vez fue peor porque quienes nos forzaron a irnos eran musulmanes como nosotros", añade, en referencia a los talibanes.

Tampoco el regreso ha sido fácil. Istalef hace mucho que dejó de ser una población en funcionamiento. Los talibanes terminaron de destruir las casas, tiendas y huertas sobrevivieron a la guerra...

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