Refugio de mar

AutorAnaline Cedillo

FOTOS: AGGI GARDUÑO

OAXACA.- Si fuera por algunos viajeros, la ubicación de este alojamiento y sus espectaculares vistas al Pacífico se mantendrían como un misterio.

Quizá es un deseo egoísta, pero sucede que una vez que se prueba la experiencia del hotel Zoa -una de las más íntimas de Mazunte- dan ganas de volver y encontrar siempre disponible una de sus cinco habitaciones.

Su propuesta sólo para adultos sobresale entre las alternativas que hay en este Pueblo Mágico oaxaqueño, que de a poco ha ido ampliando sus alternativas turísticas, pero que aún está muy lejos de compararse con Puerto Escondido o Huatulco, cada uno a una hora de distancia.

Cuando Zoa está lleno, hay máximo una decena de huéspedes: es el sitio perfecto para descansar o vivir una segunda luna de miel.

También complace a quienes le huyen al turismo de masas y a los resorts donde hay que hacer caminatas larguísimas para ir de la habitación al restaurante.

Por eso armoniza bien con Mazunte, un destino que atrae especialmente a viajeros jóvenes -muchos de ellos europeos- que aman la playas vírgenes, el estar rodeados de naturaleza, deslizarse sobre enormes olas en tablas de surf o practicar yoga en la playa.

Tal vez el único inconveniente de este hotel es que tiene un montón de escaleras y rampas empinadas que lo hacen poco accesible para personas con movilidad reducida.

Su construcción corona la punta de un acantilado donde el oleaje rompe con fuerza. Desde el balcón de las habitaciones, las mesas del restaurante, el spa o la alberca infinita se admiran las tonalidades cobalto y turquesa del mar, provocando que se pierda la noción del tiempo.

Alistar este refugio tomó más de una década. Cada detalle fue cuidado con esmero y se diseñaron espacios que invitan a la total relajación, entre ellos una terraza con hamacas y una sala de proyección al aire libre para ver películas.

"Venía muy seguido hasta que un día me decidí. Estaba en otro trabajo y dije 'quiero renunciar, me quiero comprar un terreno y aunque sea construimos unas cabañas'", cuenta Francisco Valdés, quien junto con su esposa Adriana, emprendió Zoa.

Así, lo que comenzó como un proyecto rústico se fue transformando en un concepto más exclusivo.

Otra de las razones por las que se antoja mantener a Zoa en secreto es la cocina del chef Carlos Tapia, quien apapacha a los huéspedes con platos preparados con la pesca del día (atún o pulpo, por ejemplo), los ingredientes más frescos de la temporada y uno que otro cultivado...

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