Relicario de Historias / Telegrama fatal

AutorAlejandro Rosas

El telégrafo llegó a ser su pasión. Cuando escuchaba una conversación, su dedo índice parecía cobrar vida y con un delicado movimiento -apenas perceptible- repetía en su imaginación cada palabra de lo que escuchaba. En morse escribió su historia. Alfredo Robles Zárate (1903-1991) despidió a su papá un 15 de abril de 1913. Tenía entonces nueve años y vio a don Crispín Robles marcharse a la revolución. Un año después la orfandad tocó las puertas de su vida familiar y junto con su madre viuda y cuatro hermanos, se despidió de su querido terruño en Juchipila, Zacatecas, para buscar fortuna en el México revolucionario. Los años 20 le otorgaron una oportunidad en la capital del país que dejaba atrás su rostro porfiriano, y el telégrafo se convirtió pronto en su inseparable compañero. Francisco Murguía era un revolucionario. El estallido social de 1910 lo llevó por otros derroteros a los que originalmente tenía pensado; antes de unirse al maderismo se dedicaba a la fotografía. ¿Qué relación podía existir entre Francisco Murguía y Alfredo Robles, cuando mediaban entre ellos 30 años de diferencia? Con excepción del lugar de nacimiento -Zacatecas- ninguna otra. Jamás...

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