Renacionalizar, el reto de Pemex

AutorGustavo Rodríguez Elizarrarás

La discusión alrededor de la privatización de Pemex ha polarizado las fuerzas políticas y la sociedad empresarial. El Ejecutivo urge a realizar una "reforma energética" que, a priori, está señalada por las corrientes progresistas de buscar la privatización de Pemex. El gobierno lo niega. Las élites empresariales manifiestan su simpatía por la apertura de Pemex a la inversión privada, nacional y extranjera. Corrientes del PRI y del PRD, grupos de intelectuales y gran parte del pueblo expresan o manifiestan su repudio a cualquier acción privatizadora.

Hasta hoy la confrontación política no deja espacio para un análisis serio o la preparación de un verdadero debate, donde lo inmediato debe dejar el lugar al largo plazo, a la planeación y programación de un sector energético hoy débil y dependiente de su rentabilidad fiscal y política.

Según las posiciones extremas hoy en juego, el país está frente a una disyuntiva: o se abre el sector energético, Pemex en particular, a la inversión privada, o Pemex, CFE y CLFC se mantienen en manos del Estado. La primera opción, dicen quienes la defienden, salvaría a Pemex de la bancarrota y a México de verse pronto como importador neto de hidrocarburos -como si hoy no estuviéramos ya cerca de serlo, frente a un débil balance interno de oferta-demanda de petrolíferos, gas L.P. y gas natural-. La segunda, dicen quienes defienden la no privatización, mantendría en manos del Estado el control de Pemex, pero a muchos no nos queda claro el cómo y para qué.

Sin embargo, a mi parecer erróneamente, para muchos de quienes impugnan la privatización de Pemex la contratación de servicios es una modalidad que puede mantenerse, ya que al no compartir el petróleo, propiedad de la nación, no se afecta el carácter de "nacional" de la industria petrolera. La verdad es que este procedimiento de operación, que siempre ha existido, vio roto el equilibrio en el sexenio de José López Portillo, cuando de una razonable producción promedio de 871 mil barriles por día en 1976, preponderantemente para consumo interno, se pasó a una producción promedio de 2 millones 748 mil barriles por día en 1982, transformando a México en importante exportador de crudo. Esto sólo fue posible gracias a una contratación masiva de servicios donde incluso, contra toda lógica, uno de los principales beneficiarios fue el propio sindicato petrolero.

Con López Portillo se inicia el proceso neoliberal del manejo económico del país, que persiste hasta hoy con...

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