Escrutinio/ Renata

AutorSergio Lujambio

En el transcurrir de la vida mexiquense pasan cosas mexiquenses y pasan cosas de aplicación universal. Esta historia sucede en Naucalpan y me toca atestiguarla todos los días. A veces me parece parte del paisaje, y otras veces me entra una espantosa curiosidad. Ella acude diario a visitar a él. El está fregado de salud hace montón de años. Ella espera el momento de ver alejarse el coche de la esposa y a veces se acerca hasta su puerta, otras espera que el salga. El dispone seguramente. Ella gasta una minifalda, haga el frío que haga, que a sus muy probables cincuenta y tantos debe ser una tortura. A él le ha de gustar, o quizá ella cree que a el le gusta. Quizá lo que le gusta o le gustó hace ya tantos años eran las piernas, más bien. Ella se quedó varada en los sesentas.

Es como una Brigitte Bardot. Parece esmerarse en cuidar que el nacimiento del pelo siempre tenga un par de centímetros de negrura, para luego dar paso a una melenita rubia de tonalidades cambiantes y un poquito estropajosas. De todo su aliño recurrente sorprende la bolsota de un tejido plástico con cuadritos como escoceses, pareciera que va al tianguis o al "súper", casi siempre va vacía. La mirada azul detrás de las pestañotas y los grumos de rimel es siempre triste. Sorprende su puntual asistencia al encuentro rutinario de al menos que a mi me conste, más de una década. Sorprende por el poco entusiasmo de su mirada y el de su pausado paso de llegada al otero. Años atrás se asomaba discreta desde detrás de la esquina, pero no sé si los árboles que han crecido tanto, le impiden otear el horizonte y la seguridad...

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