René Delgado/ Bienvenido

AutorRené Delgado

Año electoral por excelencia, el que hoy arranca será por demás interesante. El porvenir estará cifrado por la incertidumbre electoral y por la incertidumbre política.

Si la incertidumbre electoral -siempre relacionada con la natural duda derivada de la competencia democrática -se acota y se combina con la certidumbre política relacionada con la estabilidad, se podrá presumir el ingreso del país a un estadio superior de su desarrollo. Si, por el contrario, la incertidumbre electoral se profundiza más allá de lo aceptable y, como añadido, se acompaña de la carencia de parámetros políticos que le den certeza al rumbo de la nación, el país podría verse inserto en una serie de crisis de gobernabilidad.

Y es la gobernabilidad la palabra clave para descifrar el porvenir que ampara el nuevo siglo mexicano.

Pese a los años que se tomó el país para construir un modelo electoral aceptable y aceptado por las distintas fuerzas políticas -prácticamente los últimos 20 del siglo pasado -, no hubo la visión ni la decisión de reconstruir el modelo político. El gobierno y los partidos políticos se empeñaron en debatir cómo repartirse el poder, pero no qué hacer con el poder.

Después de la reforma política encabezada por Jesús Reyes Heroles, lo demás fueron reformas y contrarreformas electorales.

El gobierno y los partidos se preocuparon más por los términos de la competencia que por el sentido de ella.

De hecho, la reforma económica hizo ahondar los cambios en materia electoral pero, aun así, la reforma política siguió siendo la asignatura pendiente del sistema.

No sin resistencias se aceptó el replanteamiento del modelo económico y, quizá, en pago de ello, se replantearon las reglas del modelo electoral pero no se quiso revisar el modelo político. Fuese porque la economía mundial exigía integrarse a un mundo globalizado, a regañadientes las formaciones políticas aceptaron el adelgazamiento del Estado y la apertura económica pero carecieron de perspectiva para entender que esa reforma repercutiría en el modelo político y que, en esa medida, exigía un replanteamiento de fondo.

Los partidos políticos creyeron que bastaría con modificar las reglas electorales para hacer más equilibrado y transparente el concurso por el poder pero, sobre la base de la experiencia, cada vez es más evidente que la dimensión de la reforma económica exigía una reforma política de mucho mayor fondo que la simple reforma electoral.

Las formaciones políticas se engolosinaron. La...

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