La responsabilidad del porvenir

AutorArturo Oropeza García

Investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM

En México, el siglo XXI no ha iniciado. Sus atrasos, sus vicios, pero sobre todo sus mitos no renovados, lo mantienen anclado en un tiempo de no progreso en perjuicio de su desarrollo, de la calidad de vida en la que habita y de su futuro.

La mayoría de su clase política, carente de la sensibilidad para entender el tiempo que enfrenta y ávida de bienes y riquezas ilícitas, ha evitado que el país se introduzca con éxito en la ruta de un siglo de difícil diagnóstico que no está resultando fácil para ningún país del mundo.

En la siempre difícil evaluación de un diagnóstico objetivo, la visión de lo optimista o lo pesimista desaparece ante la seriedad de lo que se vive; pero sobre todo de lo que se adivina que viene a través de las señales cotidianas del quebranto, las cuales no dejan espacio para permanecer más tiempo en el debate eufemístico de qué tan mal o qué tan bien está el país, dando sólo lugar a la toma de conciencia que pueda evitar el colapso, cualquiera que sea su naturaleza, ya sea política, económica o social o todas ellas juntas, ya que la omisión ha dado lugar a la acumulación de un desgaste que amenaza desbordarse por todos lados.

El colapso que ya se adelantó en términos de vida, seguridad, economía o la protección social de millones de mexicanos, además de ser una prueba clara de la difícil situación por la que atraviesa el país, sirve también de fundamento ético para condenar tanto al argumento del diferimiento, como la falta de compromiso de las voces que a través de un falso optimismo sobre la situación que guarda la nación, retrasan o evitan la toma de definiciones que apunten a la solución de fondo del problema, ya sea para evitar más derramamiento de sangre, pérdida de vidas, falta de crecimiento económico o aumento de la desigualdad.

¿En dónde estamos?

Salvo para el 5 por ciento o 10 por ciento del país, la situación de inseguridad y quebranto económico provoca un profundo sentimiento de insatisfacción.

Diferentes encuestas o mediciones muestran un país dolido, cansado de esperar, que ve su retrato nacional todos los días en las ocho columnas de los periódicos y en las emisiones de los noticiarios y no le gusta lo que ve y, en no pocas ocasiones, le aterra.

Que observa impactado una realidad, que ahora le cuesta trabajo saber cuándo inicio y de qué manera se fue acumulando, pero sobre todo, que no sabe cómo solucionar ni cuándo va a acabar.

Que en el...

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