Un reto al paladar

AutorCarmen González

Cuando el sol decide echar su caluroso y pesado vaho sobre el poblado de Dolores Hidalgo, Guanajuato, tanto locales como turistas saben a dónde ir. Todos se dirigen al jardín principal, en cuyo centro se erige la estatua de Miguel Hidalgo con bandera en mano.

Alrededor del jardín, pintados de verde bandera, con letreros blancos sobresalen los puestos de nieves, que se distinguen porque cada uno está rodeado de una pequeña multitud sedienta de probar las delicias que allí se venden. Como pequeños panales cubiertos de abejas.

Y es que las nieves de Dolores Hidalgo se congelan aparte, pues además de las clásicas de limón, fresa, guanábana y coco, las hay también de tequila, chicharrón, mole y pulpo con nopalitos. Sí, para los dolorenses no hay límites; si existe el platillo, existe también la nieve.

Con una cucharita de madera, los vendedores ofrecen la prueba a los incrédulos, a los que ven aquellos exóticos sabores como una vacilada, con el miedo propio a lo desconocido. Y no son pocos los que declinan la prueba, pero siempre son más los osados, los que se la juegan y agarran la cucharita de madera, la ven como quien está a punto de comer un bocado pavoroso, y finalmente dejan que la nieve se les disuelva en la boca.

La de mole es medio dulce, como el mole poblano, con un dejo de chocolate y pimienta. La de pulpo con nopales es acidita, como mariscos con limón y pequeños cuadritos de nopal congelado. La de tequila es un poquito amarga, pero sabrosa, tanto que si no se tiene cuidado, se puede acabar borracho. La de cerveza es refrescante... Ideal para el calor.

Pásele, pásele...

En un extremo de la plaza, un hombre robusto con una gorra blanca que lo protege del sol invita a los paseantes a probar sus nieves, aunque en realidad no hace falta que lo haga, pues su puesto está lleno de gente y los vendedores no se dan abasto.

Se trata de Eugenio Aguilar, quien está a punto de cumplir 50 años en el negocio de las nieves.

"Yo trabajé con un nevero muy famoso hace mucho tiempo, Victorio González, y él me enseñó a prepararlas. Después de cinco...

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